Se anticipaba que con posterioridad a realizada la consulta, iban a aparecer una serie de personajes o grupos intentando apropiarse de sus resultados. Una década de mentiras emanadas desde las más altas esferas oficiales, acostumbró a los ciudadanos a vivir en el engaño consumiendo cualquier afirmación que, aun careciendo de bases elementales, se convertía en la inamovible última palabra.
Esa práctica parece que aún continúa. Distintos voceros desde el gobierno, o de sectores muy cercanos al oficialismo, han edificado el discurso que el voto de apoyo al sí es una muestra de respaldo al proyecto político del gobierno anterior. Lo dicen y también escriben muy sueltos de huesos que hay que profundizar ese engendro que denominaron revolución ciudadana; y persisten, en forma increíble, aun contradiciendo lo que ha votado el pueblo hace poco más de dos semanas, en tesis que han sido rechazadas por cerca de las dos terceras partes del electorado. Hablan de un nuevo cuerpo legal que regule el tema de la plusvalía, cuando en el fondo lo único que cabe es volver al sistema que regía con anterioridad a la vigencia de esa perniciosa normativa, haciendo en esta oportunidad algunos correctivos mínimos que brinden claridad en la gestión de ese tributo, pero nada más. Así mismo, si en ese cuerpo derogado por voluntad popular existían disposiciones que modificaban otras leyes y la consulta no hacía referencia a ellas, corresponde con adecuada técnica jurídica corregir el desaguisado por la falta de precisión en la pregunta. Pero en lo fundamental hay un mandato popular claro: la mayoría s no desea que rija más una norma antitécnica y confiscatoria, que produjo serios inconvenientes a la economía.
Sin embargo, hablan de profundizar y seguir sosteniendo el modelo fracasado heredado del anterior régimen, contradiciendo en los hechos a las afirmaciones del actual Mandatario que insistió que no existía tal mesa servida, aderezando sus críticas con palabras tales como que ahora llamaban revolución cualquier disparate. Siguen en lo mismo, convocando a la memoria las expresiones del ex – Secretario de la Administración Pública en un audio que daba cuenta que había un juego para, en el discurso, afirmar una cosa y en la realidad hacer otra.
Al parecer no ven que la votación obtenida por el sí es un claro rechazo a las acciones del anterior régimen, a una figura caudillista que concentró lo más protervo de la reciente historia nacional. Ese voto provino de la izquierda, la derecha y el centro que se cansaron de soportar un esquema fracasado, lleno de falsedades, cargado de saña y odio que resquebrajó a la familia ecuatoriana. El triunfo no le pertenece a grupo político alguno, sino a los millones de electores que con su pronunciamiento expresaron su rechazo a un esquema y quisieron poner fin a los excesos y exabruptos de un poder envanecido, con la intención que su herencia no perdure. Hacer una lectura errada seguramente traerá en el futuro sus propias consecuencias.