En tiempo de bonanza solo el Gobierno sabe de economía, en tiempo de crisis todos quieren ser economistas. Cuando el dinero sobra no hay para qué molestarse en llevar las cuentas, pero si el dinero falta nadie puede desentenderse; es muy riesgoso ignorar cuánto se puede gastar y cuáles son las prioridades. Para la visión popular de la economía no sirven los argumentos complicados ni las justificaciones elaboradas, las explicaciones son simples.
En una radio popular, explicaban el complejo caso de la Oxy de una manera muy sencilla, mezclando información y comentarios.
La empresa incumplió el contrato porque no avisó al Gobierno que había vendido una parte, explicaban; le hubieran puesto una multa, comentaban, quitarles todo era demasiado y por eso acudió al arbitraje internacional. Después de nueve años, los árbitros han dictaminado que Ecuador debe pagar mil setecientos millones de dólares a la Oxy, explicaron y añadieron un comentario imitando el modo popular de expresarse: “entonces va el Ecuador y dice, rebaje un poquito, pues, no sea malito, está mucho”. Así, el comentario popular echó por tierra el discurso solemne acerca de la soberanía y la posición valentona del Gobierno negándose a nombrar uno de los árbitros, como si con ello pudieran detener el proceso, como si no supieran que si una de las partes se niega a designar árbitro, el Ciadi hace la designación.
Comentaban también en la radio popular: “¿qué será del señor Rodríguez, ese que anunció la caducidad del contrato? No aparece en la palestra pública”. Expresaban así la necesidad de investigar las responsabilidades y señalar a los culpables. Pronto empezarán a decir, como en el caso de los helicópteros Dhruv, que no se ha perdido ni un centavo, que más dinero se hubiera llevado la empresa si se hubiera quedado con los pozos durante los nueve años de conflicto. Desgraciadamente no es solo un problema contable. Hay efectos colaterales como el riesgo país, el alejamiento de la inversión extranjera, la falta de inversiones en exploración y explotación, el precedente para otras empresas.
Con el modelo económico ocurre lo mismo; puede el Gobierno elaborar justificaciones y tratar de buscar culpables en factores externos, en el mercado internacional, en la revalorización del dólar, el precio del petróleo; nada le librará de la responsabilidad de la crisis y, con el tiempo, todos verán que el problema ya estaba instalado antes de que caigan los precios del petróleo. Los economistas críticos y hasta los “colaboradores” han dejado en claro que el culpable de la crisis es el modelo económico, aunque los empecinados refundadores del país se nieguen a aceptar la realidad. El milagro que se necesita ahora es real, no servirá el milagro inventado en la campaña publicitaria sobre el desempeño económico del gobierno de la revolución ciudadana.