Tras un primer fracaso en marzo pasado, el 8 de los corrientes, se reunieron por fin en Quito, en un segundo intento y por iniciativa de la Cancillería, representantes de algunos países exportadores de petróleo de América Latina: Ecuador, Colombia, Venezuela y México, este último solo como observador.
Nótese que no se incluyó siquiera a Olade, con sede en esta ciudad. El propósito de la reunión: definir una posición conjunta de la región para lograr una elevación de los precios del crudo y estabilizar el mercado mundial para proponerla en el encuentro convocado con ese objetivo en Qatar al que se supone asistirán países productores miembros y no miembros de la OPEP.
Después de solo tres horas de discusión el resultado fue un fiasco. Los participantes emitieron una simple declaración de cuatro párrafos por medio de la cual hacen un llamado a tomar medidas –no dice cuáles- para precisamente “estabilizar el mercado petrolero mundial para mejorar los precios”. Un insustancial saludo a la bandera.
No comprendo cómo al Gobierno nacional, a la Cancillería, se le puede ocurrir convocar a una reunión de esta naturaleza cuando entre los cuatro países asistentes suman ¡a duras penas el 8% de la producción mundial y el Ecuador el 0,7%! Inclusive en el caso de que se hubiese firmado una declaración formal que implicara compromiso entre las partes de actuar en conjunto, ¿qué efecto habría tenido para lograr un equilibrio de precios hacia arriba frente a países que por sí solos, como Rusia y Arabia Saudita, tienen cada uno 13% del mercado mundial? Y qué decir de otras potencias que no estarán en la reunión de Qatar como los propios Estados Unidos, segundo productor de crudo del mundo, Canadá e Irán.
El ministro ecuatoriano de Hidrocarburos, Pareja Yanuzzelli ,declaró con franqueza tras la reunión de Quito, que es de agradecer: “No hemos firmado nada ni acordado nada”. Y sentenció: “Cada país va a ir a Doha, expondrá su posición y después verá si está de acuerdo o no”.
Es de suponer que antes de realizar este encuentro sus promotores sabían las cifras, lo poco que significa América Latina en el mercado mundial de petróleo y la mínima influencia que aún unidos tendrían en la reunión de Qatar. Y habrán sabido también que hay muchas economías, y muy poderosas especialmente las europeas, que se benefician de los precios bajos y que harán fuerza precisamente para mantener los precios como están. ¿Es ingenuidad o llanamente torpeza pensar que desde Quito, capital de un país petrolero marginal, se iba a cambiar la situación del mercado mundial?
Lo que sí es evidente es que con la celebración de esta reunión quedó nuevamente al desnudo la improvisación y hasta el desconocimiento con que se maneja la política exterior del Ecuador.
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