Un acueducto es un conducto artificial que traslada agua para las viviendas,el riego y para transportar aguas residuales (alcantarillado). El primer acueducto fue construido en el año 700 a.C., en Nínive, capital de Asiria.
El poderoso Imperio Romano desarrolló muchos acueductos a partir del año 312 a.C. En el año 70 a.C. ya existían más de 10 sistemas que suministraban 135.000 m3 de agua al día.
En Latinoamérica, las culturas indígenas aztecas, mayas e incas, crearon verdaderas obras de ingeniería para abastecer a sus poblaciones. Los acueductos indígenas fueron destruidos en la conquista española, lo que causó el surgimiento de grandes epidemias.
Nuestro primer salubrista, Eugenio Espejo, explicitó su inconformidad, por el cúmulo de deshechos orgánicos en las calles de tierra de esta ciudad y con el riesgoso espectáculo de los riachuelos de agua lluvia contaminada con el material maloliente transportador de los “atomillos” (microbios), en los “humores” que propagaban las enfermedades.
El desarrollo epidemiológico ha ratificado una verdad histórica y universal: el combate efectivo a la enfermedad se lo consigue mediante la atención primaria de salud cuya aplicación se basa en la utilización de agua potable, la eliminación adecuada de excretas, normas de higiene y vacunación, como acciones efectivas, silenciosas y prácticas de prevención de enfermedades.
Han transcurrido centurias y una década de bonanza económica y sin embargo, en el siglo XXI, tres millones, quinientos mil ecuatorianos carecen de agua potable y alcantarillado. El gobierno ha privilegiado la construcción de múltiples y enormes hospitales y elegantes dispensarios (en buena parte subutilizados por falta de recursos humanos e insumos), orientados a curar enfermedades, sin una visión integral de la problemática de salud que ha prescindido de la medicina preventiva.
El gasto no ha sido de buena calidad, pues a pesar de la gran cantidad de dinero utilizado, el decrecimiento de las cifras de desnutrición de los niños y de mortalidad materna e infantil ha sido muy pobre.
La Ley del Sistema Nacional de Salud establecía una planificación con participación social, desde el barrio, la parroquia, el cantón, la provincia y el nivel central con el liderazgo del Ministerio de Salud, en coordinación con otros ministerios, como el de Agricultura para fortalecer la soberanía alimentaria, en beneficio de la infancia, olvidada, por una estructura centralizada y poco efectiva.
La red hospitalaria debe ser optimizada, con recursos humanos especializados cuya formación, obstaculizada en esta década, se impulse con postgradosuniversitarios. Urge reiniciar la atención primaria para prevenir, con bajos costos y de modo masivo, las enfermedades y disminuir los onerosos y complejos tratamientos curativos.