¿Una desaceleración?

En varios artículos de opinión y de prensa se usa la palabra que sirve de título a este artículo, para referirse a la situación por la que está atravesando el país. Si las circunstancias se hubiesen dado en la forma que preveía el Gobierno, cuando a principios de año hablaba de un porcentaje de crecimiento económico que después tuvo que ser revisado a la baja, quizás el término habría sido apropiado.

Pero tal como los hechos se han sucedido, la situación en realidad en nada se parece a una en la que solo se encuentra en juego una pérdida del ritmo del crecimiento, sino algo mucho más complicado que eso. Urge aceptar las razones de fondo del problema, para que las medidas que deban adoptarse eviten que el deterioro se agudice en el futuro. Las mediciones realizadas en lo que va del año despiertan las alertas. Ni hablar del precio del barril de crudo. Todo esto ha tenido una incidencia trascendental, cuyas repercusiones empiezan a sentirse. Tanto es así que las variables a duras penas se están ajustando a estimaciones realizadas a principios de año, pero lo que pone en duda es si en adelante podrá llegarse a los objetivos planteados.

La recaudación tributaria es un ejemplo de ello. Al parecer, sin la amnistía, que es un hecho excepcional y único, cuya recaudación según los entes oficiales ayudó que ingresen a las arcas fiscales 972 millones de dólares, las metas del organismo recaudador no se hubieran alcanzado. Una nota aparecida en este Diario da cuenta que “en agosto, los ingresos por concepto de IVA e impuesto a la renta (…), cayeron 5 y 11% respectivamente, frente al mismo mes del 2014”. ¿Cuál es el escenario que manejará el oficialismo para el 2016? Midiendo lo sucedido a lo largo del 2015 ¿podrán sus estimaciones estar cargadas de optimismo?

Todo esto conduce a pensar, ya algunos analistas se han anticipado a decirlo, que en el 2016 las dificultades económicas serán aún mayores que las presentadas en el año en curso. Con un ingrediente adicional, será un año político de cara a las elecciones del 2017. Es de los escenarios más inconvenientes que ha vivido el país en la última década, en el cual el oficialismo se acostumbró a manejar grandes cantidades de recursos provenientes de una coyuntura externa excepcional que llegó a su fin.

El momento demanda sensatez, dejar de lado intereses personales o de grupo y enfocarse a la búsqueda de soluciones viables que permitan capear la crisis. Nos encontramos frente a un reto mayúsculo que, de no sortearse de la manera apropiada, puede llevarnos a reeditar situaciones indeseables como las que experimentamos a finales del siglo anterior cuando, acciones equivocadas de parte de las autoridades de ese entonces, nos hicieron desembocar a una contracción económica de las más fuertes que registra la historia del país, que afectó mayormente a las personas de menos recursos.

Tardar en poner los correctivos necesarios puede significar perder un tiempo precioso para detener la inercia de un deterioro cada vez más evidente.

mteran@elcomercio.org

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