Jorge Benavides Solís
La relación del hombre con su entorno, es un proceso continuo e ininterrumpido cuyas huellas no tienen propietario, es decir, pertenecen a todos, a la sociedad. Constituyen la herencia común o sea, el Patrimonio Cultural de la Humanidad: unidad enriquecida por las diferencias según las particulares características de las múltiples condiciones físicas y ambientales que tiene el planeta. Los países tienen fronteras geográficas, la cultura no, las ignora.
El Patrimonio Cultural heredado por la sociedad en la Mesopotamia, en Kenia, en Pekín o en Australia, es distinto al que, en el actual Ecuador (1.822) han heredado sus habitantes, descendientes de una sociedad con más de diez mil años de antigüedad pero cuyo proceso de cambio local, fue radicalmente alterado, enriquecido con la llegada los europeos (1492).
Vascos, andaluces, extremeños, flamencos, griegos, africanos, fundaron ciudades con una nueva tipología y organizaron el territorio tal como hoy existen.
Y como llegaron sin mujeres, no tuvieron otra alternativa que entenderse y convivir con aquellas que encontraron y admiraron.
La novedad atrae la atención. Tal fue la experiencia de Pizarro, de Cortes, de muchos de su grupo y de los españoles y extranjeros que después llegaron. Su presencia subyace en el Inca Garcilaso, hijo de español y noble india, Manuel Chili apodado Caspicara, indio con oficio traído por los españoles, Miguel de Santiago “nieto de indios e hijo de mestizos” pintor, en su estilo de las “estaciones” inexistentes en Quito; Eugenio Chusig, después Espejo, con un avanzado pensamiento ilustrado, hijo de un cajamarquino.
Es el similar origen de la mayoría de gobernantes, aristócratas y trabajadores en Hispanoamérica, excepto en Argentina donde sucedió lo mismo que en Estados Unidos: se eliminó a los aborígenes.
No existen culturas o razas puras. Desde hace varias décadas, según la genética la raza humana es una.
El sapiens salió de África y comenzó a mezclarse. Europeos y americanos son mestizos. Así es la identidad cultural.
Se construye con elementos propios y ajenos. En la gastronomía están los mejores ejemplos.
Basta pensar en el origen de los ingredientes de los platos típicos en Ecuador. Gracias al cerdo la fritada, el “hornado”, las papas con cuero y otras delicias.
El pan, los bizcochos de Cayambe no habrían sido posibles sin el trigo. Tampoco la cerveza sin la cebada. Por no decir más sobre el azúcar. Es fácil constatar que los “conquistados” primero adoptaron el quichua impuesto por los incas; después, la religión y el idioma del conquistador castellano.
Es la riqueza de la Herencia Cultural que también debe motivar el día de Quito.