‘Entrad, entrad, que aquí también hay dioses’.
Se cuenta que Heráclito el Obscuro animó con esta exhortación a los extranjeros que venían a visitarlo e indecisos, se detuvieron ante la cocina, a cuyo calor el filósofo se protegía del frío invernal. Entraron, pues no pudieron negarse ante la presencia del dios.
El pensador resumía su ciencia en el célebre ‘nadie se baña dos veces en el mismo río’; el agua fluye, nosotros, que entramos en ella hace un segundo, somos ya distintos de nosotros mismos, pues todo cambia, nada permanece. Si para él la permanencia era pura ilusión, no excluía de la cocina, ese lugar privado y quizá ‘menor’ de la casa, la presencia de la divinidad. Esta idea que puede sorprendernos, solo confirma que, desde la antigüedad, se asemejaban los llamados atributos de la divinidad: la teología afirma la omnipresencia de Dios: el catecismo decía que Dios estaba ‘en toda parte y lugar’; pues bien, esta idea estaba también en el filósofo del cambio incesante, del fluir sin pausa, del no ser otra cosa que paso, devenir, ir dejando de ser para ser otro, siempre en proceso … (Eso de que Dios se hallaba ‘en toda parte y lugar’, más que sorprendernos por su contenido, nos asombraba; incapaces de encontrar la diferencia entre ‘parte’ y ‘lugar’, la repetición invalidaba la sugerencia amenazante del único ojo de Dios mirándonos vivir desde un triángulo equilátero dibujado arriba). Los griegos, por su parte, no imaginaron un solo Dios omnipresente, sino una multitud de dioses, -el cambio es multiplicidad- cuya cantidad y condición les permitía ‘estar presentes’ hasta en esos ámbitos interiores que todos nos resistimos a examinar…
Volvamos al hermoso llamado: ‘puesto que en todo lugar hay dioses, entrad’. La presencia de dioses en cada ámbito, vista por esa enorme civilización politeísta, divinizaba el lugar, lo volvía amable, deseable, sagrado.
¿Se halla registrado este fragmento entre los de la filosofía de Heráclito que, a principios del siglo XX, el célebre alemán H. Diels, entre otros grandes investigadores, seleccionó y estudió?
Como ‘todo fluye’, y fluyen el pensamiento y la escritura, -‘fluir’, ‘brotar’, ‘correr’-, evoco al querido, irremplazable exrector de la PUCE, el doctor Hernán Malo, quien pasó gran parte de su vida estudiando al Obscuro: él fue, para Malo, el filósofo por excelencia. Vamos con él, a nuestros augurios:
“Deja que los acontecimientos fluyan; escucha las lecciones que la realidad brinda, y recorre el camino con la sabiduría de comprender que se camina hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo”. (No recuerdo dónde encontré este texto, pero viene aquí como anillo al dedo).
Entremos, indaguemos, pensemos: imposible adelantar, sin aprender de lo que dejamos atrás, esos diez años de ilusión que devinieron (¡ah, Heráclito!) en barbarie y mentira; mafia, corrupción, podredumbre.
¡Votemos por el sí; expulsemos los vestigios del mal; hallemos en nuestra vacilación la esperanza de dioses amables!