Pudo ser una fecha de aquellas que es mejor rezagar en la memoria para no sufrir en el presente una manipulación política o seguir arrastrando una culpa nacional que no deja de perseguirnos. Sin embargo, la clásica novela de Joaquín Gallegos Lara, ‘Las cruces sobre el agua’, no deja esconder el recuerdo del horror que se protagonizó en Guayaquil. Por sus líneas sabemos que los batallones Constitución, Zapadores del Chimborazo, Montúfar, Marañón, Artillería Sucre No. 2 y Cazadores de los Ríos se enfrentaron a los panaderos, otros artesanos y probablemente a los primeros obreros que reclamaban por la duplicación del costo de vida a causa de la crisis del cacao que devaluó brutalmente la moneda nacional.
El resultado fue previsible. Las aguas del Guayas recibieron la cosecha de las bayonetas y desde entonces, sin preparativo tarimero de por medio, en esa fecha, aparecen cruces sobre el agua, como titula la novela del intelectual e inclaudicable luchador político. El 15 de noviembre del 2014 fue diferente: político, festivo, folclórico y hasta hubo un minuto de silencio. Parece que alguien en el entorno presidencial se equivocó y leyó otra novela o algún cómic. Sin duda hizo cometer un grave error al Régimen respecto del significado luctuoso del día. Solo faltó que muevan la fecha y hagan un puente. Es verdad que el 15 de noviembre, como otras conmemoraciones cívicas e históricas, ha desaparecido de la memoria colectiva y es un reto rescatarlas analizando con profundidad el entorno social y económico, nacional y mundial. Esos antecedentes son necesarios para comprender lo sucedido aquel día en las calles de Guayaquil como también la represión a los indígenas acontecida en la hacienda de Leito, provincia de Tungurahua, el 13 de septiembre de 1923.
Por eso, el repaso de la historia es obligatorio para reconocerla si son parte de los recuerdos que nos honran; en caso contrario, no incurrir en peligrosas reincidencias.
Para no caer en los vaivenes superficiales de los hechos, es necesario penetrar en el contexto histórico nacional e internacional. Debemos partir de los efectos que siguieron a la Primera Guerra Mundial, que culminaron en el Viernes Negro de Walt Street y en un nuevo orden mundial. A escala nacional, se soportó la primera gran crisis de la historia. La producida por las plagas de la escoba de la bruja y la monilla en las plantaciones cacaoteras, la incorporación de nuevos países productores en el mercado mundial que era la base del sustento del Ecuador y por ende, el derrumbe de todo el sistema económico y político del país.
Es de esperar que los próximos 2 y 3 de junio del año siguiente, cuando se recuerda la muerte -por balas de tanques y metrallas- de ciudadanos que asaltaban una dependencia de donde se esquilmaba al pueblo con la usura, no se organice otro festival.
Guayaquil, como todas las urbes y regiones del país, tiene sus lutos históricos que merecen la oración y el respeto. No payasos ni zanqueros.
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