Desde afuera se ve una preciosa chimenea de piedra que se salvó de ser destruida por una empresa constructora que hace poco más de dos años había comenzado a derrocar el inmueble. También se observa a un guardia que se pasa gran parte del día en el patio interior dando vueltas alrededor de las ruinas; cada cierto tiempo, tal vez uno o dos meses, una cuadrilla de jardinería limpia y corta el césped para evitar la posibilidad de que aparezcan roedores.
No me atrevo a cuantificar cuánto quedó en pie de la original Casa Coloma, una mansión construida entre los años 30 y 40 del siglo pasado, época de esplendor en el desarrollo urbano de La Floresta, la avenida Colón, la 12 de Octubre y la Orellana. Poco después de esa casa de estilo neocolonial se construyó el Hotel Quito para hospedar a los delegados de una cumbre internacional, tal vez la primera que se desarrollaría en la capital en el siglo XX.
Además de la chimenea hay algunas columnas y pilares, ventanas con marco de madera, dos bellas palmeras, una araucaria en la parte frontal y otra en el patio trasero; el paisaje es desconcertante, desolador. En marzo del 2013, vecinos del sector denunciaron que la casa la estaban derrumbando. Muchos sabían que se trataba de un inmueble clasificado como patrimonial, pero al parecer el dueño del inmueble y la empresa constructora tenían otros argumentos y ahí quedó todo. Han transcurrido dos años. Las anteriores autoridades municipales iniciaron acciones legales, primero para impedir que continúe la demolición, también para que la casa sea reconstruida; pero todo sigue igual.
Existe un antecedente similar de destrucción de un inmueble inventariado como parte del patrimonio arquitectónico de Quito, en 1993. La casa que perteneció a la familia del historiador José Gabriel Navarro fue reducida a escombros por una empresa constructora que pretendía levantar unas torres de 18 pisos, informaba la prensa de entonces. La acción municipal fue exigente. En poco tiempo volvieron a construir la casa, aunque sin el encanto anterior, rodeada de pinos, cedros, palmeras y eucaliptus.
Cuando un inmueble es completamente o amedias destruido es muy difícil que recupere su forma original. La Casa Coloma, si bien conserva intactas unas dos habitaciones y parte de un salón o comedor, será muy difícil que luzca como antes. Ignoro qué se va a hacer allí, los planes, las acciones legales, la posición de los dueños del inmueble, etc. El lugar es ideal para que se instale un parque o una plaza pública.
El sector está repleto de edificios de oficinas y viviendas, la única plaza cercana es la de La Floresta, a unas 12 cuadras. Una plaza con bancas de madera, una biblioteca en las habitaciones que se salvaron y que la pileta vuelva a funcionar para que el barrio recupere algo de vida y de historia.
Fernando Larenas / @flarenasec