Carlos Jaramillo A.
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Durante la “obscura y larga noche neoliberal” ciertos personajes que veían con extrañeza el progreso de Quito, en contraste con el estancamiento de sus respectivas urbes, blandían con frenesí la muletilla de “centralismo absorbente”, con la que acusaban a esta ciudad de gozar de preferencia en la distribución de fondos y, más que nada, se quejaban del acaparamiento de funciones por parte de los gobiernos de turno de entonces.
La realidad era que ese adelanto se debía a la eficiencia y honorabilidad de los administradores municipales y provinciales de Quito y Pichincha y el “pecado” de esta metrópoli era y es ser sede del Gobierno Central, por su condición de capital de la República.
En Guayaquil capitaneaba esa cantaleta un matemático, que hacía alarde de su odio a Quito y que decía que ese topónimo es derivado del verbo quitar, porque quita las asignaciones a otras ciudades. El quitó algunas placas de la nomenclatura de la calle Quito de ese puerto, pero él ni sus acólitos asoman ahora que se acusa a este Gobierno de acumular el control de las diversas Funciones del Estado, instituciones, etc.
Una prueba de ese afán de dominio es que durante la campaña previa a la elección de autoridades seccionales que culminó en febrero de este año, el Ministro del Deporte ofreció la ampliación y mejoramiento de los estadios Atahualpa, de Quito y Alejandro Serrano, de Cuenca, sin restricciones, pero, tras la pérdida de los Alcaldes de los dos importantes cantones cambió la promesa. El mencionado funcionario advirtió que se realizarían los trabajos ofrecidos a condición de que dichos campos deportivos pasen a manos de ese portafolio. Buen negocio para el Gobierno.
El Municipio Metropolitano construyó el Estadio Olímpico para reemplazar al vetusto y pequeño campo deportivo del Ejido; fue inaugurado el 25 de noviembre de 1951, con capacidad para 45.000 espectadores y el 4 de diciembre de 1969 se estrenó la iluminación eléctrica. En principio se lo consideraba un “elefante blanco”, por su tamaño y por su ubicación al extremo norte de la ciudad de entonces, pero ahora, en cambio, ya resulta pequeño para algunos eventos, ya que su aforo se redujo a 35.742 personas al dotarle de asientos individuales en todas las localidades; ha sido escenario de varios torneos internacionales y de las tres clasificaciones de Ecuador al Mundial de Fútbol. La Municipalidad entregó esta emblemática obra a Concentración Deportiva de Pichincha y el Gobierno Nacional le entregó el complejo deportivo de La Vicentina, que incluye el coliseo Rumiñahui, pista atlética, velódromo, etc.
El estadio Alejandro Serrano Aguilar, de Cuenca fue construido por el Municipio de esa ciuda, con capacidad para 22.000 espectadores, e inaugurado el 3 de noviembre de 1945.
Ambos estadios han sido objeto de remodelaciones, pero sin cambio de dueño, como se pretende ahora.