Tres jóvenes que se iniciaban como miembros del Cuerpo de Bomberos de Quito murieron cumpliendo su deber. Otro permanece bajo cuidados especiales. Varios de ellos han sufrido heridas y asfixia. Todos han estado amenazados por los voraces incendios que arrasan el país. Su desempeño ha sido valeroso y abnegado y merecen gratitud.
Como cada año que pasa se intensifican los incendios, que convierten bosques y terrenos fértiles en eriales desérticos, son urgentes acciones de protección, como las siguientes: dotar a los bomberos de los mejores equipos y de estímulos y facilidades para que se fortalezcan su confianza y eficacia; incrementar sus contingentes de voluntarios debidamente entrenados y equipados; establecer sistemas de monitoreo y alarma en las zonas amenazadas por los incendios; adquirir para las Fuerzas Armadas aviones cisternas y helicópteros capaces de lanzar inmediatamente grandes cantidades de agua en cualquier lugar del país y a toda hora.
Además, adiestrar y equipar a las fuerzas militares y policiales y a los voluntarios de la defensa civil en el combate contra los incendios; preparar a los jóvenes que realizan la instrucción Cívica Voluntaria para que participen en tan noble actividad; educar a la población para que no provoque incendios y, al contrario, los prevenga y ayude a extinguirlos.
Con plausible hermandad vino de Guayaquil un grupo de legionarios de la Casaca Roja, noble institución, respetada y querida por los habitantes de esa ciudad, la que en muchas ocasiones ha sido salvada por sus bomberos de que el fuego la reduzca a pavesas. Pero no pudieron actuar, como era su voluntad, porque el combate contra el fuego que arde a miles de metros sobre el nivel del mar y en montañas abruptas, exige condiciones físicas especiales y una previa y rigurosa adaptación. Este gesto nos recordó a las milicias quiteñas que, en la Colonia, iban a la Costa para participar en la lucha contra los piratas.
Los honores de héroes con los que fueron sepultados los bomberos fallecidos y las ayudas ofrecidas a sus familias, son de justicia. La acción de la Alcaldía de Quito estimulará a otros jóvenes para servir al país sin escatimar sacrificios. Fundamentalmente, constituye un claro testimonio del valor social que entraña el heroísmo. Vemos cómo la vida enseña que es imperativo inculcar en los niños y jóvenes, sinceros sentimientos de servicio heroico al país, porque ninguna sociedad está exenta de que caigan sobre ella plagas y catástrofes, injusticias y atropellos, despojos y humillaciones; males que pueden prevenirse, evitarse o mitigarse, si sus miembros están dispuestos a sacrificarse por su seguridad y bienestar.
El heroísmo no solamente es virtud de soldados, policías o bomberos, sino principalmente de quienes la dirigen en la política, la empresa, el sindicato y en todas las instituciones.