La migración de personas sin documentos desde Latinoamérica hacia América del Norte es controlada por el crimen organizado. El primer estudio global del contrabando de migrantes publicado el 13 de junio del 2018 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) lo documenta.
El informe revela que organizaciones criminales imponen ‘impuestos’ a los traficantes de migrantes para permitirles cruzar por áreas bajo su control. Y que los contrabandistas venden migrantes a los cárteles para convertirlos en mulas del transporte de droga y para imponerles impuestos individuales, so pena de morir por incumplimiento.
La migración sin visa a EE.UU. no es ajena para Ecuador. Miles han partido en dos décadas y el riesgo al que se exponen es descarnado: explotación, tortura, extorsión, muerte. Por ello no resulta difícil tener empatía con los 2 300 niños separados de sus padres migrantes indocumentados en EE.UU. Las imágenes los muestran sobre colchonetas en el piso, con mantas de aluminio, en jaulas.
Sí, la migración sin visa alimenta al crimen con USD 7 000 millones. Pero ¿una crisis humana se enfrenta con jaulas? El Estatuto de Roma considera crímenes de lesa humanidad la privación arbitraria de libertad y la persecución de un grupo por motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales.
Yoselín Nohemí tenía 12 años cuando murió en una ‘casa hogar’ de Ciudad Juárez, frontera con EE.UU., a donde fue llevada retenida, ultrajada sexualmente, tras 35 días de viaje desde Cañar hasta México.
¿Ultrajada sexualmente? Sí. Esos seres humanos enjaulados en su país de origen sin el calor de sus padres -Yoselín Nohemí iba a su encuentro en EE.UU.- enfrentan viajes traumáticos y abusos. La Unodc lo registra.
188 ecuatorianos menores de 18 años fueron hallados en México en ruta a EE.UU. en 2015. De ellos, 102 viajaban sin acompañante; es decir, habían sido confiados al cuidado de los traficantes; una tragedia tan dolorosa como las jaulas de Texas, pero casa adentro.