El bolsillo de los ecuatorianos siente la crisis económica. Este es el Talón de Aquiles del gobierno hacia las elecciones 2017. A las puertas de los comicios, este factor puede incidir en la continuidad del proyecto oficialista, o el relevo por fuerzas políticas de la oposición.
Desde el 2015, la crisis (no reconocida por el oficialismo) se profundizó por el desplome de los precios del petróleo, por debajo de lo presupuestado y por la apreciación del dólar. El frenazo económico es evidente y se expresa en las cifras pero, sobre todo, se vive en la cantidad de personas que perdieron su fuente de ingresos en los últimos meses; el cierre de negocios y locales comerciales, y la dificultad para encontrar otro trabajo.
Cedatos, en su encuesta de junio, refleja ese fenómeno. El 84% sostuvo que el país necesitaba un cambio en su manejo económico. Informe Confidencial halló, también en su estudio de junio, que el 61% de encuestados a nivel nacional estima que la situación del país está peor que el año pasado. El 36% reconoce que la crisis económica es el principal problema suyo y de su familia.
No es casual que las últimas semanas el presidente Rafael Correa y algunos de sus funcionarios busquen posicionar el mensaje de que la economía ecuatoriana se recupera. Esto, a pesar de que economistas y empresarios coinciden en que salir del ciclo recesivo tardará varios años, si se toman las decisiones adecuadas.
Lo cierto es que la economía tendrá un impacto determinante en las próximas elecciones. Los movimientos y partidos de la oposición lo saben y enfilan sus dardos, tanto para criticar al Gobierno como para esbozar sus ofertas de campaña.
Está por verse si el Régimen nuevamente tendrá la habilidad de dorar la píldora y convencer a los desencantados; o si algún candidato opositor comunica efectivamente la fórmula para sacar al país de la crisis. Sobre todo, pasando del diagnóstico a un plan de gobierno que trace claramente la ruta de las transformaciones que el país requiere.