La tregua terminó. Los partidos y movimientos políticos críticos al Gobierno ya no tienen la camisa de fuerza que representó la campaña por el sí en la consulta popular y que los obligó a caminar junto al Régimen.
Toda vez que se ha conseguido dar paso a los cambios para recuperar parte de la institucionalidad que se perdió en la década pasada, las organizaciones cuentan con más espacio para seguir senderos propios. Es natural que se busque avanzar con las agendas de cada grupo, pero la postconsulta demanda también la concreción de al menos tres tareas urgentes para la oposición.
Una. En la consulta popular se eliminó la reelección indefinida y así se abrió la puerta para que nuevos cuadros puedan ocupar espacios de elección popular. De nada servirá este cambio si los partidos políticos y las organizaciones siguen funcionando como si fueran propiedad de una sola persona; indistintamente de su tendencia.
La postconsulta abre la posibilidad de que se retome la formación y la participación política de las nuevas generaciones; de que se puedan canalizar estrategias para llegar a los jóvenes y se encuentren las motivaciones para que sean parte de la vida política.
Dos. El país enfrenta una crisis económica que requiere soluciones a corto, mediano y largo plazos. El Gobierno ha dado muestras de apertura para escuchar las propuestas. Pero hasta ahora, la oposición se ha enfrascado en las críticas a las causas de los problemas. No se ha preocupado de mostrar las alternativas viables para conducir el país. O, incluso, de construir una propuesta de modelo económico que eventualmente; y en el largo plazo, pueda ser una opción al del actual Régimen.
Tres. En la década pasada, la organización social se fracturó por la persecución a los líderes, creando gremios paralelos vinculados al oficialismo o cambiando normativas para dificultar la formación de espacios críticos. Ahora existe la posibilidad de retomar esa organización y representación social que es fundamental para la salud de una democracia.