El economista del siglo XIX Wilfrido Pareto fue citado por Carmen Beatriz Fernández en su columna de la revista venezolana Prodavinci. En el artículo se recuerda que el italiano elaboró una hipótesis sobre la relación de 80% y 20 % de los componentes que conforman una sociedad. Lo paradójico es que sostiene que el 20% generalmente controla y conduce a todo el conjunto. En el plano de la política real, tal situación se da con nitidez en Ecuador y Venezuela, se excluye a Nicaragua por lo caricaturesco que es el régimen que somete a ese pueblo. Existe sin embargo una diferencia entre los sudamericanos y es que en Venezuela el 20 controla casi todo menos la función la legislativa donde la oposición cuenta con más de las dos terceras partes, aunque es incapaz de equiparar a los otros poderes. Es un caso diferente al de Ecuador donde 20 % controla, sin desparpajo ni vergüenza, a todo el estado.
Una situación tan sorprendente y cínica que, incluso el aspirante al relevo recuerda la antigua fábula cuando a la garza aspiraba a saciarse en un plato de sopa plano con su afilado y largo pico.
El problema en Ecuador es que el 80 %, además de mantenerse incólume puede engrosarse con candidaturas presidenciales camufladas y bloques permisivos que se acoplen para mantener el poder de los diez años.
Una prueba de estas afinidades está en la coincidencia de los opositores de programar – en el caso de un triunfo- una consulta popular imposible y no una constituyente viable, para reformar la acumulación del poder.
Por estas razones, en el caso ecuatoriano el 80 % deben incluirse los medios de comunicación independientes, periodistas, columnistas, analistas y ciudadanos que han suplido a los actores políticos- hoy timoratos o cómplices- para quienes la democracia empieza y termina en las urnas.
Transcurrida la década del setenta se podía contar que gracias la resistencia de los pueblos y un entorno internacional favorable – el gobierno del demócrata Carter- las sangrientas dictaduras aceptaron una transacción que se concretó en plebiscitos como el de Uruguay y Chile o forzoso como la derrota de Las Malvinas que facilitó el retomo con Raúl Alfonsín a la cabeza.
En Chile dolorosamente tuvieron que aceptar las normas del plebiscito donde triunfó el No, aunque la jerarquía militar de la dictadura mantuvo prebendas constitucionales. Por eso fueron sabias las palabras del presidente Patricio Aylwin cuando se demandaba el castigo por los torturados, ejecutados y desaparecidos: “haremos justicia en la medida de lo posible”. Pudieron avanzar. El pueblo chileno no ha perdonado, pero recobró la institucionalidad democrática.
En Ecuador, en víspera de la Navidad, “en la medida de lo posible”, gobierno y oposición, retroceden hasta algún punto de colisión.