Con esta frase, Alfredo Zitarrosa, el cantor uruguayo que hipnotizaba al público con su voz, empieza una de sus piezas emblemáticas. La expresión calza para nuestro paisito en muchos parajes de su historia. También para la actualidad.
En una última encuesta -mayo.junio- la consultora Ipsos recoge las preocupaciones de nuestra ciudadanía. 81% prioriza el desempleo, 50% la corrupción, 38% la emergencia sanitaria, 28% la pobreza y desigualdad social, 24% la educación. Las cifras nos generan al menos dos reflexiones. Una sobre el grado de crisis estructural que se vislumbra tras las problemáticas. Y una segunda, sobre la mutación de las prioridades. Si antes los desvelos provenían de la emergencia sanitaria, hoy predominan el desempleo y la corrupción. La educación, lastimosamente, genera menor atención… qué tristeza.
El tema del empleo aparece sombrío. El 24% de los entrevistados afirma haber perdido su empleo; la mayoría hace 2 y 4 meses. Del 51% que lo ha mantenido, 34% declara reducción de horario y de salario. El drama de despidos y quiebre de trabajos se dispara afectando la vida entera: alimentación, salud, transporte, educación. Y tiene efectos emocionales amargos, personales y familiares… qué tristeza.
En el tema de la corrupción -segunda preocupación según el estudio- la situación es deplorable. 90% de los consultados considera que la corrupción aumentó algo o mucho. Destacan dos grupos mayormente involucrados: los asambleístas (82%) y los políticos (81%). A ellos les siguen: los municipios y gobiernos locales (68%) y los jueces y magistrados (67%). Una pintura degradante de la ética, de la calidad del servicio público, del mandato ciudadano a sus autoridades… qué tristeza.
A estas alturas resulta indudable –por los procesos en curso y los empolvados- que la corrupción será uno de los temas centrales del circo electoral y el nuevo gobierno. El peligro es que no pase de buenos deseos o promesas de corte populista. Es preciso poner contra las cuerdas a los nuevos salvadores de la patria para que no se escabullan. Exigirles posturas para prevención y resultados en investigación y sanciones. Y advertirles que serán vigilados de cerca… En esta línea, el Pacto Ético propuesto por la Corporación Participación Ciudadana suena pertinente y relevante. Merece adhesión activa.
Todo indica que la corrupción no ha tocado fondo. El virus corruptor se desparrama en la estructura del Estado y la sociedad. No se libran ni los enfermos ni los muertos. Lastimosamente, junto a la rabia crece una silenciosa corriente de desaliento e inacción. Comprensible pero peligrosa. Hay que pararla en seco. Hay que restarle el aire.
Terminamos como empezamos, con Alfredo Zitarrosa de inspiración.
En mi país qué tristeza / la pobreza y el rencor
Dice mi padre que ya llegará / desde el fondo del tiempo otro tiempo
Y me dice que el sol brillará…