“Bienvenida clase media”

Hace 20 años y pico, presenciamos en Quito una explosión de grafitis llenos de fino humor y crítica política. Uno, muy perturbador, apareció en los muros de varios barrios populares. Decía: “bienvenida clase media”. Nada más… Aludía a uno de los paquetazos de nuestra historia que golpeaba a los sectores intermedios. Reconocía el deslizamiento de familias de medianos ingresos a los mundos de la pobreza.

La demoledora crisis actual no es comparable. Ni por su integralidad, ni por su alcance ni por su impacto. Nadie duda que es la peor de nuestra historia. Y que las víctimas centrales de este frenesí son los sectores mayoritarios sumidos en la pobreza. Del campo y las barriadas. De desocupados e informales. De niños, jóvenes y viejos.

La pandemia ha reventado en nuestro cara toda la crudeza de la desigualdad. Resulta una falacia aquello de que todos estamos en el mismo barco. De ninguna manera. Afrontamos el mismo temporal desde condiciones diferentes y con pronósticos distintos. Posiblemente, la expresión más discriminante y conmovedora de la crisis ha sido el manejo de los fallecimientos.

La clase media, que ha logrado en ocasiones anteriores recuperarse de alguna forma, sufre esta vez una embestida directa y sin contemplaciones. Un puñetazo. Ya no son coletazos secundarios. Son agresiones a su corazón. Quiebre de empleos y baja de ingresos. Deudas y tarjetas por pagar. Limitación para educación y extracurriculares. Aumento de contribuciones. Descarte de salud y seguros privados. Freno a la mejora de autos y viviendas. Punto final a vacaciones y viajes soñados. Fisuras en hábitos de ocio y cultura. Incertidumbre sobre estudios universitarios en el extranjero. Cambio de consumos y reducción de ahorros. Calidad de vida deteriorada. Peligrosamente…

No existen aún estudios pormenorizados sobre el comportamiento de la clase media frente a la peste. Sin embargo, sus denuncias y sinsabores colman medios de comunicación, redes sociales, eventos virtuales, organizaciones, diálogos cotidianos. Efectos evidentes, indeseables.
Por ahora, no se vislumbran alternativas de corto plazo. Las propuestas que se discuten para la clase media, giran alrededor de dos caminos: adaptación y pro actividad. Adaptación con ajustes y nuevas prioridades, con la alimentación, la salud y la educación de cabecera. Pro actividad creativa para inventar nuevas opciones de trabajo, para rearmar relaciones. Las propuestas son tan complejas como desafiantes. Inevitables.
Un tercer camino se abre a tropezones: la expresión pública y la movilización contra el empobrecimiento, la corrupción, las desigualdades en la carga de la crisis. La presión por respuestas frescas frente a la producción, el trabajo, el estado, las elecciones, el ambiente. Un trayecto que combine el reclamo con la construcción de futuros. Bienvenidos los aportes de la clase media.

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