La adjudicación de la construcción y administración del puerto de aguas profundas en Posorja se concretó y, sin perjuicio de sorpresas de última hora, está vigente el contrato. Su contenido, incluso después de la histórica foto en Carondelet, es secreto. Es un proceso de negociación exclusivo, bendecido por una sorprendente velocidad burocrática y acreedor a una benévola tolerancia de la oposición, salvo algunos resquemores que expresó el movimiento Creo.
Cuando se conozca el texto y sus anexos se podrá comprobar la plena legalidad y evaluar los efectos en la economía del país, la región costera y el puerto de Guayaquil. En esto último preocupa la diferencia de calado para el ingreso de grandes naves y los obstáculos políticos que han surgido para no dragar oportunamente el acceso al puerto insignia del país. En otras circunstancias se hubiera programado un efectivo enlace entre las dos instalaciones portuarias; mucho más si lo de Posorja abarca un calculado megaproyecto inmobiliario y, por ende, de plusvalía en la zona aledaña al nuevo ‘Puerto Nuevo’. Algo similar a lo del aeropuerto de Tababela en Quito. Hay un expresión en inglés que se entiende en cualquier idioma: “bussines are bussines”.
Sin embargo, en el ámbito de las percepciones políticas, la guinda del pastel fue la foto que se difundió al final de la ceremonia de suscripción del contrato o del fin de las negociaciones, pues se desconoce si se suscribió el documento. Es explicable que en el retrato esté el Presidente de la República, ya que el único representante del Gobierno, del Parlamento, de la corte de Justicia y de los jirones en que termina la antigua esperanza verde flex. La sorpresa la constituye que quien aparece en el acto solemne sea la primera empresaria del país y probablemente una de las mayores del continente en ese ámbito. No es cualquier momento. La súbita presencia es cuando existe una debacle en la administración del país y se requiere auxilio de donde venga. Solo falta que se acuerde que el nombre de las instalaciones sea el del progenitor. Ya lo hicieron en la Mitad del Mundo con el ‘revolucionario’ argentino cuya familia terminó en los tribunales.
Resulta burdo interpretar que la presencia de la empresaria, junto a otros importantes consorcios costeños, sumada a la amenaza de atacar la candidatura de oposición de Creo sea la brújula. No es para tanto. Pero es un terreno en el que será difícil distinguir los juegos artificiales de los de artillería. Lo que se percibe es que se ha sustituido la histórica entonación de “madera de Guerrero” por la música y letra de algún nostálgico pasillo o valsesito criollo.
Sería un error especular que cuando un empresario busca la difícil arena política es porque ha descubierto que está al borde de una quiebra, pues este no es el caso. Por el contrario, pueden estar convencidos del riesgo beneficio de la aventura y que presienten que todo está por empezar. En este caso, el síndrome de Keiko habría penetrado en nuestra frontera.
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