Dos decisiones de política económica internacional asumidas por el gobierno merecen verlas. Se trata de la salida de Unasur e inclusión inmediata en Prosur; y, por otro, de la solicitud de admisión como miembro de la OCDE.
En el primer caso, finalmente el país se sacudió del enorme fardo que le significó su presencia y sede en ese deformado organismo político. Ahora, se realinea en Prosur con países que tienen sistemas democráticos más limpios (lo cual es meritorio), pero que no deja de constituir un ejemplo de los tantos que la historia recoge en el continente como un experimento mas de los innumerables que existen en la región, con el mismo o similar propósito: cristalizar el viejo afán de constituir una región integrada.
Por esta forma parcial de hacer las cosas, los latinos perdemos visión de futuro. Nos valemos de las circunstancias para salir del problema. No buscamos una solución como resultado de una mirada razonada, reflexiva, profunda sobre el destino de las colectividades, que si la han tenido otras regiones del mundo y son ejemplos de sacrificios compartidos para alcanzar un objetivo común. Los europeos comprendieron y miraron con desprendimiento sus perspectivas.
Si los países de América Latina quieren integrarse, deben estar dispuestos a ceder parte de la soberanía económica a un organismo colegiado para que legisle los aspectos básicos de las relaciones económicas. Sin eso, todo lo demás es sólo buena voluntad y por ahí, mas allá del diálogo, que siempre es atractivo, los acuerdos no tienen tracción.
La solicitud de ingreso a la OCDE es tema de trascendencia. Hay que estar conscientes de que para alcanzarla se requiere la unanimidad de todos sus miembros, lo cual demuestra la complejidad de la proposición. Es una agrupación mundial que promueve las mejores prácticas con los mejores estándares de política económica. Aquellas que sirvieron para construir sociedades dinámicas, estables, competitivas, con reglas que aseguran los derechos y las obligaciones de todos quienes conviven en esas sociedades.
Es un viaje que tomará mucho tiempo pero que vale la pena hacer. Ojalá se concrete. Es un compromiso internacional que le da jerarquía y respetabilidad al país e impediría o haría la vida difícil a los atormentadores populistas con sus consabidas acciones desafiantes del orden y la funcionalidad de la economía.
Al momento pocos países de la región están y otros buscan la relación: son miembros Chile, Méjico y Colombia y, en trámite Costa Rica, Perú, Argentina y ahora Ecuador. Las condiciones de ingreso se conocerán conforme avancen los temas, que no deberían ser otras que aquellas que nos acerquen a la configuración de medidas compartidas y consistentes con una verdadera integración.