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El sorpresivo avance -primero intrépido y lento después- del caso Odebrecht obliga a recordar el caso de una olla hirviendo en la cocina de la casa. Una vez calentado el utensilio existen tres opciones: a.- los interesados, cambian de menú y se apaga la hornilla; b.- se utiliza una válvula de escape; se abre con cuidado el recipiente y, c.- deliberadamente o por descuido la olla explota.
Hasta el cambio de gobierno la olla, cuyo contendido era una mezcla de locro con feiojada no alcanzaba ni siquiera los primeros hervores. Solo se registraba en este proceso los viajes del anterior Fiscal General a Brasil, Perú, EE.UU. o a España. Cuando llegó el nuevo gobierno, luego del mensaje inicial esperanzador, la desconcertante integración del primer gabinete, el inmediato viaje del nuevo fiscal a Brasil y detenciones en un círculo de personajes importantes hirvió el recipiente. Luego, se inició una etapa de espera en que hábilmente –por parte de alguien o algunos- ubican todos los focos sobre el Contralor, que recuerda el caso de una deuda pagada al difunto, el cual es difícil que niegue o contradiga la entrega. Es decir, puede llegar a ser muy difícil conseguir resultados como en otros países afectados por la peste de este “sambódromo” de corrupción. Sin embargo, de no variar este escenario, el costo para el nuevo régimen puede llegar a ser muy alto.
En estas circunstancias corresponde regresar a la cocina y decidir sobre el futuro de la olla y su contenido, considerando que mucho puede estar en juego: el orden institucional, la paz ciudadana y la estabilidad de un gobierno que recién comienza.
La confusa organización de una comisión anticorrupción que por su integración más parece un buró de defensa profesional para altos funcionarios del régimen, que están “en capilla” o rondan nerviosos la entrada del templo.
Los asesores, estrategas o consejeros del actual mandatario, que han optado por una función tras los bastidores, deben evaluar la hipótesis de que en este caso se está jugando, muy prematuramente, el poder del gobierno. Que es indispensable entre los graves problemas estructurales y coyunturales de la crisis económica desarrollar una fortaleza moral como en su tiempo dispusieron Carlos Julio Arosemena Tola o Clemente Yerovi Indaburu. Si no logran hacerlo, será muy difícil que logren quebrar el peligroso bloque de Alianza País o captar los bloques de la oposición que luego de las elecciones, están en subasta o en atractivos “combos”. Si este esfuerzo legislativo lo lograron anteriores gobiernos-, también frágiles en sus orígenes- y ahora fracasan, no se requiere ser graduado en artes esotéricas para predecir el curso gubernamental de los próximos meses.
Es de esperar que no se confundan y que cuando la ciudadanía demande por repuestas, no regresen a los tiempos coloniales y sobre Odebrecht respondan como el parrandero Padre Almeida, cuando le contestó al Cristo crucificado: “hasta la vuelta señor…”