Entrar a las redes sociales en los días previos al paro ha sido como destapar una alcantarilla y dejar escapar fétidos y nauseabundos olores. Ciudadanos sacando lo peor de sí para insultar y maldecir al prójimo. Utilizando las frases más racistas que uno puede imaginarse, para referirse a la marcha propuesta por los movimientos indígenas y al paro convocado por los trabajadores. Terribles expresiones que resulta vergonzoso repetirlas.
Las redes sociales reemplazan al ágora, al estadio. Y en esa ágora virtual y contemporánea, los insultos son peores que los de los hinchas frente al equipo contrincante en el máximo punto del fervor de las masas, frente al árbitro vendido, frente a quien se equivoca al patear el penal… Peores.
Definitivamente, muestran lo peor de los ecuatorianos: racistas, machistas, intolerantes, autoritarios, irascibles, irracionales. Pronto cambiaron las áureas beatíficas que les rodeaban luego de la visita del papa Francisco, para insultar y descalificar a quien no piensa como el oficialismo. Y hacerlo con grosería y media.
Pensar que la retahíla de insultos viene, mayoritariamente, de quienes se dicen gentes de izquierda… ¡qué sin sentido!, ¿gente que dice tener el membrete de izquierda, progresista, contraria a las oligarquías y al neoliberalismo, revolucionaria, que busca la equidad y, supuestamente, el diálogo, llamando, desde ‘troll centers’, a los indígenas -a quienes antes llamaban compañeros (mashis)- indios vagos, sinvergüenzas, ignorantes, en palabras ofensivas que muestran el tremendo desprecio y mal gusto que parece haberse enquistado en sus hígados? ¡Qué pena!
Ecuador ahora se parece a una olla de grillos, según el diccionario, lugar donde hay desorden y confusión. Confusión que se deja ver cuando los perseguidos de antes, a quienes infiltraron a mediados de los noventa, no se inmutan frente a los infiltrados de hoy, pese a que han vivido en carne propia los signos del abuso. No dicen ni pío acerca de que se sigan usando las mismas prácticas que alguna vez denunciaron porque lo vivieron, además, en carne propia.
Confusión porque el régimen, en lugar de hacerse eco de las inconformidades que escucha desde que empezaron las marchas hasta el día de hoy, insiste en su inmaculada gestión. Confusión también desde aquella izquierda que forma parte de la oposición y que, a ratos, parece dudar de sus postulados y habla con pinzas para no contaminarse de la derecha. Y donde la derecha también actúa con pinzas para que no se afecten mayormente sus propios intereses.
Olla de grillos. Confusión y desorden. Un caos perfectamente organizado en el que, penosamente, terminará enfrentándose la gente común, agrediéndose unos a otros, insultándose, maltratándose, irrespetándose. Más que los hospitales o las carreteras, de los que tanto se enorgullecen nuestros gobernantes, este parece ser el mayor logro de los últimos tiempos: destapar la agresividad y los peores instintos de los otrora pacíficos ciudadanos.
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