La última lección de Oliver Sacks

Oliver Sacks publicó un artículo extraordinario en The New York Times sobre su muerte próxima. Tiene cáncer irreversible del hígado por la metástasis de un melanoma en un ojo. Tiene 81 años y una personalidad más grata que su salud.

Lo sorprendente del artículo es la serenidad con que Sacks reflexiona sobre su desa­parición. La muerte es un tema de mal gusto en EE.UU. La palabra cáncer suele sustituirse por “una larga y penosa enfermedad”. La gente se “va”. Basta leer a Philippe Ariès, ‘Historia de la muerte en Occidente’, para entender ­cómo algo tan natural como morirse se ha convertido en un tema tabú en EE.UU.

Sacks, un neurólogo nacido en Inglaterra, es profesor en la Universidad de Nueva York. Hace 30 años publicó un ‘best-seller’: ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’. Ahí cuenta, en lenguaje sencillo, 20 historias de personas con diversos problemas neurológicos donde abundaban las alucinaciones visuales y auditivas.

Quienes ven las conferencias TED pueden disfrutarlo. Por él descubrí que muchas personas normales tienen alucinaciones silentes, aunque benignas, porque no se sienten amenazadas. Las malignas -que sufren los esquizofrénicos- son visiones terribles y las voces interpelan agresivamente a quienes las experimentan.
Al finalizar su charla, Sacks reveló que su cerebro, ocasionalmente, fabrica figuras geométricas. Esto parece que se debe a sus problemas visuales. El melanoma le cegó un ojo y ve mal del otro. Los ciegos o casi ciegos son quienes más perciben las alucinaciones benignas.

Dada su extraordinaria vida, no sorprende que Sacks, en lugar de rasgarse las vestiduras de dolor, haga un breve recuento de su dicha por haber vivido tantos años de creación, lucha y, a ratos, felicidad. Pero sus prioridades han cambiado: lo que antes le parecía importante lo ha relegado a un segundo plano.

Entre las muchas lecciones dadas por este excelente profesor, la mejor es enseñarnos a morir sin aspavientos, agradecidos por ­haber sido criaturas inteligentes y ‘sentientes’ (esa palabra es del filósofo Xavier Zubiri), que gozamos de lo que ninguna otra especie ha percibido nunca: belleza, humor, ironía, amor, conocimiento del pasado o la anticipación del futuro.

Es muy curioso (y lamentable) que en Occidente interpretemos la muerte como una desgracia o maldición y no como lo que es: el cierre de un ciclo por donde tuvimos la suerte de pasar, pese a las escasas posibilidades que teníamos de nacer y desarrollarnos.

Nadie nunca nos enseña lo que es genuinamente importante: cómo vivir en pareja, cómo criar y tratar a los hijos o a los ancianos de nuestro entorno, cómo ayudarlos a morir, cómo afrontar la soledad. Por último, cómo enfrentar las enfermedades y la muerte con naturalidad. Todo eso lo debemos descubrir por nuestra cuenta, a lo largo de la vida, cuando hubiera sido mucho más sencillo que nos lo enseñaran.

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