Marcel Proust escribió que “el verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes sino en adquirir ojos frescos”. La radical diferencia de perspectivas que plantea Proust, la una esencialmente pasiva, la otra activa y comprometida, es relevante en muchos contextos.
Tiene relevancia, primero, en las relaciones con quienes vemos como diferentes -de otro país, de otra etnia- o con quienes piensan de manera diferente de la nuestra en política, ética o religión, o con quienes tienen diferentes gustos en arte, música, comida o vestimenta. Como muchos, podemos querer que el otro cambie, creer que debe cambiar, volverse como nosotros, pensar como pensamos, adquirir nuestros gustos, volverse “nuestro paisaje” al cual estamos acostumbrados y con el cual nos sentimos cómodos. O podemos, al contrario, hacer “el verdadero viaje de descubrimiento”, asumiendo el reto y la responsabilidad de ver las diferencias entre ellos y nosotros a través de “ojos frescos”, que no solo las aceptan, o las toleran, sino que las valoran y las celebran, agradeciendo la oportunidad de conocer y de enriquecernos con la extraordinaria variedad de la realidad humana.
Proust también es enormemente relevante en relación con condiciones humanas inaceptables como el hambre y la pobreza de muchos, la violencia, el machismo, los abusos de poder y de autoridad, la corrupción, y hasta problemas más cotidianos como el desorden del tránsito. Podemos tomar la cómoda postura de esperar que otros generen un “nuevo paisaje”, alimentando a los hambrientos, eliminando la pobreza, castigando a los violentos, los abusivos y los corruptos, poniendo orden en el tránsito. O, desechando esa actitud pasiva, podemos dotarnos nosotros mismos de aquellos “ojos frescos” que ven que todos tenemos algo que contribuir a la solución de esos problemas y, al asumir esa perspectiva activa, buscar oportunidades, pequeñas o grandes, para comenzar a hacer alguna diferencia.
Talvez el más importante de los contextos en los cuales Proust tiene razón es el de nuestras relaciones de amor, en las cuales nos resulta tan fácil asumir la postura pasiva de culpar a la otra persona de los problemas y, esperar que sea ella quien los arregle. William Ury, co-autor con Roger Fisher de la teoría de la Negociación por Principios, describe un diálogo con una pareja en plena pelea. “Señora,” pregunta Ury, “¿por qué le está gritando a su marido?”. Respuesta: “Porque me está gritando él”. “Señor,” pregunta entonces Ury, “¿por qué le está gritando a su esposa?” Respuesta: “Porque me está gritando ella.” Erich Fromm plantea bellamente la diferencia entre las perspectivas pasiva y activa del amor: según él, es preferible poder decir “Me aman porque amo” antes que tener que admitir que “Amo porque me aman”.