Nuevamente, nos encontramos frente a un país casi paralizado en razón de las elecciones. El próximo domingo 13 de abril, se estará decidiendo nuestro futuro, el de nuestros hijos y el del Ecuador. Ojalá y esperemos lo cual, mediante un voto sensato y constructivo, acompañado de un sólido y transparente sistema de conteo electoral.
El ambiente está cargado de intranquilidad fruto de la incertidumbre, toda vez que, no se trata que gane el mejor (ya que esa realidad no existe), siendo la opción de ADN la más aceptable y conveniente, sin ser perfecta; frente a la de Luisa que sería con alta probabilidad catastrófica, vista la gestión y resultados de sus pares ideológicos y aliados de la región.
Escucho en la calle y mercados, conversaciones de la base de la pirámide social, es decir, de las mayorías, en las que algunos sostienen que votarían por Luisa no por convicción sino por animadversión. Pero ¿animadversión a quién? ¿acaso al gobierno? No propiamente, sino animadversión a los ricos en general, ya que sienten aquellos que dando el voto a Luisa, al rico se lo castiga causándole daño. Es decir, se actúa sin importar el perjuicio propio y venidero incluso, con tal que se afecte al adinerado, al “malo”, logrando así el votante un falso y limitado sentido de poder y satisfacción, disparando para el efecto el arma de la venganza…
Pero ¿acaso, es pecado y malo ser rico? ¿Acaso no es justo que, una persona que se ha esforzado, ha sido disciplinada, se ha preparado, ahorrado, invertido y reinvertido, trabajado honestamente, con el transcurso del tiempo logre tener bienestar y tranquilidad económica? Evidentemente, no es malo, sino lo contrario, es plausible y hasta admirable. Lo que sí es repudiable, es, por un lado, el que se vuelve rico de la noche a la mañana, normalmente a raíz de ocupar un cargo público y, adicionalmente es aún más indignante, la inconsistencia de aquel que, criticando al rico se vuelve muy rico, pero robando (por supuesto siguiendo miserablemente pobre en su alma, quizás atormentada). Es decir, resulta curiosamente contradictorio, pretender castigar el rico bueno votando por el rico malo, afectando al primero y al segundo, premiando…
Tratar de entender el ¿por qué? de esa actitud de aquellos potenciales votantes de Luisa que odian al rico, puede tener varias aristas, implicaciones y explicaciones, quizás aventurándonos pudiéramos pensar que se puede tratar de una mezcla de frustración y envidia; otra explicación pudiera llevarnos a los primeros años de vida, en los que por influencias y condicionamientos en la niñez, se sembraron esas ideas en la mente de la persona; otra razón, sin duda, el mismo socialismo del siglo XXI que logró separar familias, amigos y hasta al mismo país, probablemente inspirado en la frase “divide y vencerás” orientada políticamente en sus inicios a dividir a los opositores y no criminalmente a los pobladores como lo ha hecho con éxito el correísmo. La pregunta es ¿vencer, pero a qué costo? ¿acaso pisando las lágrimas de las mejillas que resbalan en silencio de los corazones de las personas que ven con dolor como no solo se fraccionan sus familias y amigos sino también sus esperanzas? Quizás, otra explicación sea la opción y “negocio” de declararse víctima y buscar culpables, olvidando y renunciando cómodamente al camino del hombre de bien que decide ser Héroe y no víctima, y peor victimario. En todo caso, sea cual sea la razón o razones, las indicadas y/u otras, sin pretender juzgar ni tampoco justificar, parecería que dicha actitud esconde un alma enturbiada, empobrecida, enferma, quizás rendida, carente de fuerza, carácter y buen propósito…
Para terminar, tiene sentido reflexionar, ¿acaso, aquella actitud orientada por el odio puede a buen puerto llevar? ¿Acaso, es significativa la decisión de producir destrucción en lugar de construcción? Sin embargo, cabe también reflexionar, ¿acaso los sectores acomodados no deben participar también en apoyar a subsanar este azote de la sociedad, que expone al país en cada elección al filo de un profundo precipicio? ¿que, de caer, serían todos, ricos y pobres…?
Es un buen momento para recordar una frase de un grande, como lo fue A. Lincoln: “No se puede ayudar a los pobres, destruyendo a los ricos, y no se puede levantar al asalariado, eliminando a quien lo contrata.” A lo cual y frente a estas circunstancias, me permitiría añadir: no se puede permanecer tranquilo y rico, despreciando al pobre…-