No hay duda que las emociones tienen un impacto poderoso en la vida humana. Jon Elster, filósofo noruego, sostiene que las emociones influyen en nuestra vida de tres formas distintas: son las fuentes más importantes de la felicidad y la desdicha, incluso se encuentran por encima de los placeres hedonistas y el dolor físico. Tienen un impacto relevante en el comportamiento humano, de hecho muchas de nuestras acciones se encuentran fuertemente asociadas a las emociones; e influyen en otros estados mentales, particularmente en nuestras creencias, a punto de condicionarlas.
No existe un acuerdo, en las ciencias sociales, sobre la definición de las emociones, sin embargo se considera que tienen algunos rasgos que se expresan en lo cognitivo, la fisiología, nuestras acciones, en nuestro dolor o el placer. Vergüenza, culpa, desprecio, odio, ira, indignación, orgullo, gratitud, admiración, envidia, simpatía, compasión, resentimiento, desilusión, júbilo, regocijo, esperanza, amor, celos, alegría, pena, son algunas de las emociones que pueden servir para actuar, inmovilizar o justificar las acciones individuales o sociales.
Muchos militantes de la “revolución ciudadana” afirman que las críticas y las denuncias en su contra son el resultado del odio que sienten los opositores o detractores contra ellos, o particularmente contra Correa. Así, se cierran a asumir responsabilidad, culpa o vergüenza por los actos de corrupción documentados, el desmantelamiento de la institucionalidad, el uso de los recursos públicos para intereses particulares y los abusos cometidos.
No importa la evidencia que se presente (los millones recibidos por el tío, los testimonios de los actos de corrupción de los altos funcionarios de Odebrecht, las pruebas de sobreprecios, las delaciones, los informes sobre los abusos en los medios públicos), todo se reduce a la traición y el odio. Así, liberados de cualquier sentimiento de culpa, peor de vergüenza, no sienten que deban responder por sus actos: los demás están equivocados, extraviados por la envidia, el odio y el deseo de venganza.
Todo la información la adaptan a esta forma de ver y entender, se alimentan de las demoras, errores, abusos y omisiones de quienes están llamados a investigar, juzgar y sancionar sus acciones; se han fortaleciendo y ahora no tienen duda de que todas las acusaciones son un invento de los odiadores que no reconocen el legado del líder.
En Argentina el peronismo, en Venezuela el chavismo y en Ecuador el correísmo, son “ismos” que se parecen a una religión laica, una fuente de certezas de quienes han asumido como un marco de interpretación seguro de todo lo que les rodea, por eso deben escuchar con frecuencia a su Mesías ausente, para que les explique qué pasa, porque miran el mundo a través de sus palabras, de sus interpretaciones. Estamos presenciando -en tiempo real- la consolidación de un fanatismo peligroso y parece que es cuestión de tiempo, de seguir las cosas así, para que estén de nuevo en el poder.