La Alba nació en La Habana, por inspiración de Castro y entusiasta respaldo de Chávez. A pesar del esfuerzo por conseguir adhesiones, apenas ocho Estados se incorporaron a la organización, entre ellos varias islas del Caribe seducidas por el petróleo subsidiado, sin que ninguno de los grandes hayan mordido el anzuelo, ni siquiera Argentina que tenía motivos de gratitud porque Venezuela les compró bonos chatarra y contribuyó a financiar la campaña electoral de la señora “K”. Los principios rectores de la Alba no son sino una serie de declaraciones entre retóricas y utópicas. Sin embargo su verdadero propósito es conformar un frente opuesto a los Estados Unidos, como se desprende del “Manifiesto Bicentenario de Caracas”, en el que se promueve, entre otros fines, un orden internacional sin imperios ni intervencionismo extranjero y sin medios de comunicación” al servicio de los intereses del imperialismo y en contra de los movimientos sociales y de los pueblos del Tercer Mundo”, a lo que hemos dado cabal cumplimiento con la Ley de Comunicación.
Mientras la Alba estuvo liderada por el carismático y audaz Presidente de Venezuela hizo ruidos y logró el apoyo de dictaduras como los de Irán, Siria, China y Bielorrusia. En la última Asamblea de la Organización de Estados Americanos sufrió un gran fracaso, cuando la propuesta de la Cancillería ecuatoriana para reformar la CIDH a duras penas logró el apoyo de los compañeros de la Alba. Ausente el líder bolivariano y habiendo quedado como sucesor, a instancias de Castro, un personaje que se ha venido demostrando inmaduro, la Alba perdió la fuerza que venía de Chávez. De todos los presidentes que quedan no hay duda que Correa es el que más destaca, pero no será fácil desmontar al heredero, ni conseguir el apoyo de los que reciben petróleo venezolano a precios de ganga.
La Cancillería ha manejado el caso Snowden siguiendo la política internacional de la Alba , que es pinchar a los Estados Unidos según la vieja tradición de la izquierda criolla. Pero puede venirle otro fiasco, porque Assange no se apropió de documentos reservados, sino que divulgó los que obtuvo del Pentágono el sargento Manning. Snowden, mientras prestaba servicios a la Agencia de Seguridad Nacional, sí robó información secreta e incurrió en un delito. Ningún tratado, ni el hispanoamericano de asilo ni los universales de derechos humanos, protegen a los imputados de un delito común. Snowden no está perseguido por contarnos que Estados Unidos espía, como todos los que tienen tecnología adecuada para la guerra cibernética. Snowden, asesorado por Wikileaks, ha pedido asilo a 20 países. Confiemos que alguno nos libre de un lío generado por una diplomacia dogmática y visceral, que confunde ser con estar en el centro del mundo.