Días de duelo para la cultura ecuatoriana, las Academias de la Lengua y de la Historia, la de la Historia Militar: la partida de Hernán Rodríguez Castelo quebranta la cultura, la educación, el vigor intelectual de la patria. Nos queda su obra ingente, aunque su ejemplo cotidiano, la fuerza de sus conocimientos, el poder de sus convicciones nos han abandonado. En más feliz ocasión, me repetí respecto de él la pregunta de Shakespeare en boca de Julieta: “¿qué hay en un nombre que aquello que llamamos rosa bajo cualquier otro apelativo conserva igual fragancia?”, y la apliqué a la vida culturalmente ejemplar de Hernán: ¿Qué hay en un ser humano, que con igual inteligencia y similares oportunidades, consuma destinos y logros tan dispares?
Aprovechó sus dones cada día; emprendió el camino del Ilaló, el lunes de su muerte: a su cumbre accedía semanalmente a sus 83 años. Bajó y, ya en casa, se sentó a descansar. Alguna llamada telefónica y, de repente, sin dejarse notar, inclinó la cabeza: ‘ya era ido’, como bellamente decían los abuelos. Dotado de indiscutibles cualidades, se preparó con maestros como el padre Aurelio Espinosa Pólit y, con impecable método de trabajo intelectual, se proyectó después sobre sus discípulos: ejemplo de generaciones, suscitó vocaciones literarias, filosóficas, científicas; sus exalumnos evocan con orgullo la pasión por la sabiduría que él les contagió, su inusitado espíritu de trabajo y de aprovechamiento del tiempo; su rutina de orden y minuciosidad. Abrazó, en el valor de una vida sistemática, el gozo del silencio, de la altura.
Enorme es la cantidad y calidad de sus publicaciones: la colección de Clásicos Ariel incluye autores de obras por él elegidas, estudiadas y prologadas. De sus siete gruesos volúmenes de literatura, dos corresponden a la Audiencia de Quito y cinco, a la literatura del siglo XIX, entre 1800 y 1860. Su crítica del arte plástico se plasmó en el extraordinario “Diccionario crítico de artistas plásticos del Ecuador del siglo XX”, además de su centena de trabajos críticos sobre el arte ecuatoriano, publicados en Diners. “El Arte Sacro contemporáneo”, “El siglo XX en las artes visuales en el Ecuador” son estudios editados por el Banco Central en felices épocas para la cultura. Su Lírica ecuatoriana contemporánea es acopio “fundamental para el conocimiento de nuestro quehacer poético desde los inicios del siglo XX”. Con objetividad y realismo ejemplares nuestro subdirector escribe su monumental biografía del expresidente ecuatoriano Gabriel García Moreno… Académico ejemplar desde 1975, estuvo siempre disponible, entre tanto y tan esencial afán.
Si un premio se honra por los valores de los que lo reciben, el Nobel se iluminó con García Márquez, a pesar de la insuperable falta de un Borges y la sobra de algunos; lo apunto, porque nuestro Premio Espejo ha quedado huérfano sin el nombre de Hernán, que talentos mostrencos y taimados no pudieron ni quisieron valorar.
Me repito, ante su ejemplo: ¿qué hubo en este hombre? ¿De qué materia física y espiritual se construyó?