Los países que mejor han manejado la crisis del covid-19 son aquellos en que los políticos han escuchado a los científicos y las decisiones se han tomado con base en la evidencia disponible, dejando a un lado cálculos partidistas, fundamentalismos, superstición.
En el país hemos visto varias decisiones contrarias al conocimiento disponible; por ejemplo, se restó valor al riesgo de contagio y se autorizó un partido de fútbol con público, se han desperdiciado miles de litros de agua y desinfectantes en limpieza de calles o en túneles de desinfección, o se sostuvo que al ser como una gripe bastaba tomar complejos vitamínicos. La realidad desmintió cada una de estas afirmaciones basadas en la ignorancia y las consecuencias fueron muy dolorosas. Por eso debe indignarnos cuando la religión y la política, se toman de la mano para promover el uso de un químico, el dióxido de cloro, como cura para el covid-19, contrariando toda la información científica y los consejos de los especialistas.
La Asamblea Nacional, una de sus comisiones, recibió a Andreas Kalcher, quien promociona, desde hace años, una sustancia usada como blanqueador y descontaminante de superficies industriales, diluida (28 % de clorito de sodio en agua destilada) como curación mágica para varias enfermedades, entre ellas -ahora- el covid. Este compuesto es señalado por los científicos como de nulo valor curativo y productor de varios efectos adversos graves que, incluso, pueden provocar la muerte de quien lo usa.
Diez obispos (de treinta) apelando a su “dimensión profética”, enviaron una carta a Lenin Moreno; pedían autorizar el uso de esta sustancia como tratamiento, afirmando que es un conocimiento “irrefutable” su valor curativo, que negarlo es una “guerra contra la verdad”, usando como sustento un “ensayo preliminar” de médicos expertos en “Medicina Integrativa”, es decir, expertos en un grupo de tratamientos que carecen de evidencia científica sobre su eficacia; al tiempo se referían testimonios de curación gracias a, lo que algunos llaman, la “Solución Mineral Milagrosa”.
Debemos recordar que la verdad científica es provisional, que está en permanente construcción a partir del trabajo que los científicos revisando de forma constante las verdades aceptadas y ponerlas a prueba. Probar, experimentar, evaluar, es central en el conocimiento científico, que sigue un método a partir de la idea central que existe una diferencia entre el sujeto y el objeto de conocimiento, donde los sujetos pueden comparar lo aprendido, comprobar o rechazar ese conocimiento.
Algunos obispos y políticos, aupados por un conocimiento seudo científico, quieren elevar a condición de verdad algo que la información disponible muestra como un engaño; sin duda el miedo, la credulidad y la incertidumbre provocados por la pandemia han hecho que superstición y populismo se tomen de la mano y sostengan como verdades lo contrario a la razón y la evidencia, en esto no se diferencian de quienes nos quieren volver a gobernar.