Obama en Chile

El próximo lunes, el presidente Obama visitará Chile como parte de una gira latinoamericana que lo llevará también a Brasil y El Salvador. Para muchos amigos ecuatorianos esta es una ocasión que nos debe llenar de orgullo, pues ven en ello una distinción que pudo recaer en otros países de nuestra región que, al contar con mayor población, tener una economía más grande o cobijar problemas claves para Estados Unidos, aparentemente tienen mejores argumentos para ser incluidos en la gira. Comparto esa apreciación, por lo que los invito a buscar una explicación para dicha visita del Mandatario estadounidense a Chile.

Lo primero es que existe entre Chile y Estados Unidos una fuerte relación económico-comercial, con un intercambio de bienes y servicios que en 2010 se empinó por sobre los USD 17 000 millones. En el ámbito de las inversiones, Estados Unidos se ha ubicado tradicionalmente en los primeros lugares de los países que han aportado innovación tecnológica y buenas prácticas empresariales, que han contribuido a diversificar y desarrollar la economía de mi país.

En años recientes, asimismo, hemos visto el desarrollo de un fenómeno nuevo: el aumento de inversiones chilenas en Estados Unidos, registrando al presente un nivel acumulado de más de USD 3 700 millones. Todo esto configura un cuadro en el que, a pesar de ser un país con un mercado relativamente pequeño, Chile representa para EE.UU. un destino mucho más importante para las exportaciones estadounidenses, que algunos países con poblaciones varias veces más numerosas que la chilena, como es el caso de Indonesia y Rusia.

En segundo término se debe mencionar que nuestra economía no ha tenido siempre un desempeño tan efectivo en términos de ser capaz de desarrollar nuevas industrias, generar empleos, crear riqueza y sacar a grandes porcentajes de la población de la pobreza extrema como en la última década.

Esta es -no lo dudo- una razón de peso para incluir a Chile en esta gira, porque la evolución observada en mi país en las últimas décadas, muestra que hemos logrado aplicar políticas públicas de manera consistente, orientadas a alcanzar esos objetivos, además de profundizar la gobernabilidad democrática inaugurada en 1990, después del paréntesis autoritario. Sobre esto existe, además, un amplio consenso entre los principales partidos políticos de Chile.

Ese consenso político convierte a Chile en un socio confiable y predecible en el ámbito económico y comercial.

Todo esto refleja al mismo tiempo un largo camino en el que muchas chilenas y chilenos se han esforzado enormemente para lograr un mejor futuro para sus hijos. De verdad –creo– son razones para estar orgullosos.

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