En febrero del año 2016, el precio del petróleo llegó a su nivel más bajo de la década actual y desde esa fecha comenzó una rápida recuperación. Pero desde abril de este año, el precio se ha estancado en una franja bastante estable entre los USD 65 y los USD 75 por barril (en el caso del crudo WTI).
Evidentemente los precios actuales son mucho mejores de los que tuvimos a inicios del 2016, pero es interesante analizar por qué ese precio alcanzó un techo que no parece ser capaz de superar, un techo que estaría cercano a los ya mencionados USD 75 por barril.
Hay varias razones que explican la existencia de ese tope, entre las que están las expectativas de aumentos en las tasas de interés en los EE.UU. y la desaceleración de la economía China, pero paralelamente hay muchas más fuerzas que podrían hacer subir ese precio, como la caída de la producción venezolana e iraní y la enorme disciplina que han mostrado los miembros de la OPEP para respetar las cuotas de producción fijadas con Rusia.
Pero a pesar de eso, el precio del barril se niega a subir y quizás la principal fuerza que le impide hacerlo es el ingreso al mercado internacional de una nueva potencia petrolera: los Estados Unidos.
La producción de petróleo en los EE.UU. ha tenido un crecimiento sorprendente. Mientras que en el 2008 llegó a producir menos de cinco millones de barriles al día, en agosto de 2018 (último dato disponible) llegó a superar, por primera vez en su historia, los 11 millones de barriles.
En menos de 10 años, una producción que estaba declinando, primero dejó de caer y luego se duplicó (para ser exactos, entre agosto 2008 y agosto 2018, la producción norteamericana se multiplicó por 2,3).
Ese crecimiento llega, en gran parte, gracias a una industria petrolera dinámica que aprovechó los buenos precios del barril entre 2008 y 2014, para introducir y perfeccionar la tecnología que permite sacar petróleo de yacimientos con esquistos (shale oil).
Y gracias a eso, los EE.UU. pasaron de ser un productor de petróleo de segundo orden, a ser el principal productor del mundo, superando a Rusia y a Arabia Saudita.
Y también pasaron de ser un país que casi no exportaba petróleo, a ser un importante exportador de crudo. Mientras que hace 10 años las exportaciones de crudo norteamericanas no existían, hoy bordean los dos millones y medio de barriles diarios.
Todo esto, obviamente, ha tenido un efecto importante en el mercado mundial de crudo, más aun si se considera que no hay ningún indicio de que la producción norteamericana deje de crecer (hoy está aumentando a más del 20% anual).
He aquí una razón más para buscar la manera de romper la enorme dependencia del petróleo que tiene nuestro país.