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El analista Fernando Mires plantea dos caminos para la interpretación de la situación mundial actual. Primero considerar como “políticas de Estado “el desarrollo de acciones independientes de estrategias y hasta compromisos previamente aceptados. El ejemplo más reciente, en el caso del gobierno de EE. UU, es la reacción frente al atroz crimen cometido contra el periodista Jamal Jashohyi. Se consideró que era un caso entre Turquía y Arabia Saudita. En consecuencia, las relaciones continuaron óptimas con el reino petrolero árabe. el sonrojo no existe en política internacional.
Una segunda línea propone considerar que se ha producido un deterioro de las relaciones multilaterales entre los estados, que tuvieron una importancia histórica a raíz de la segunda guerra mundial, principalmente cuando se logró conformar la Unión Europea. Una entidad geopolítica que hoy es estropeada por el asedio de Rusia, la emergencia de China y el casi insoluble problema del Oriente Medio. Una situación similar a la producida en América donde la OEA cedió espacio político en el pasado al Grupo Contadora para la paz en Centroamérica y hoy, con el activo Grupo de Lima que puede hacer historia si encuentra una salida efectiva a la crisis estructural que afecta a Venezuela.
Ecuador ha tenido una importante presencia en los escenarios internacionales, más por personalidades que como Estado. Ha incidido en esta disfunción el problema territorial con el Perú particularmente a raíz de la agresión de 1941 y el protocolo de 1942, al extremo que fue suspendida la XI Conferencia Interamericana en Quito en 1959. Sin embargo, a raíz de la firma del acta de Brasilia, se redujo la presencia activa en el escenario mundial y no ha existido una estrategia eficiente para recuperarla, aunque es un país de singular ubicación en el mapa continental.
Por circunstancias políticas internas y novelerías ideológicas el régimen anterior fue seducido para integrar el denominado “socialismo del siglo XXI, bajo la égida de un gobierno con recursos suficientes para el despilfarro y la intervención. El final de esta aventura, como se evidenció en la posesión del presidente venezolano Nicolás Maduro, quedó en harapos al que asistieron solo tres países del continente, al mismo tiempo que el Consejo Permanente de la OEA declaró al nuevo gobierno de “ilegítimo“.
En esta materia urge reivindicar el contenido de la Carta de Conducta suscrita durante el gobierno del presidente Jaime Roldós; elaborar una nueva faceta de relaciones con los países sudamericanos que nos acompañan junto al Pacífico y estudiar con atención e inteligencia las relaciones con Brasil. No hay ideología sino intereses. Habrá que esperar que retornen los principios que siglos atrás dieron a luz el Derecho de Gentes, para establecer otras relaciones internacionales eficaces y funcionales, no ajenas a las bases de una ética mundial. Pero hay que esperar.