Un director de un establecimiento público de salud reclama airado la “falta de lealtad” de un subalterno que lo cuestiona por su desinterés en el trabajo; un funcionario inquiere conocer si un cuestionario responde a un estudio de un programa de salud, o busca identificar su grado de “alineamiento”, para entonces contestar, según corresponda; otro, sumisamente, acepta cambiar registros de salud para maquillar estadísticas a conveniencia de la autoridad.
Estos y otros ejemplos – aún hoy cotidianos – pertenecen al particular estilo de gestión implantado en el correismo; la prepotencia y el autoritarismo, la obediencia ciega a “disposiciones superiores”, el temor a hablar en voz alta, pasaron a formar parte de la intimidante rutina pública, mantenida por la amenaza de pérdida de empleo. Contratos que se renovaban o no a voluntad del poder, se institucionalizaban como perversos instrumentos de sometimiento.
En salud el estilo se mantuvo, no obstante la apertura propiciada por el actual presidente.
En efecto, a inicios del régimen, el Diario Ultimas Noticias, con su forma de comunicar tan cercana a los quiteños, publicaba “Médico del Barrio: Eso ya se inventó en Chimbacalle”.
El reportaje daba cuenta de innovaciones del Centro de Salud para personas vulnerables. ¿Resultado? El director apartado de sus funciones.
Recientemente, una “espontánea” manifestación de respaldo a la gestión ministerial, recordaba las “voluntarias” adhesiones a sabatinas y marchas del régimen precedente, con listado de funcionarios públicos en mano.
Hace unos días, diversos medios mostraban las deficiencias del servicio de Traumatología del Hospital Pablo Arturo Suárez; la valiente denuncia de su director por la falta de material para cirugía de fracturas; “placas, tornillos, prótesis…” fue desestimada por la declaración oficial, calificando a la crisis de “inexistente”.
Sin embargo, otro valeroso testimonio de una joven profesional estudiante de la especialidad ratificaba las denuncias y se indignaba por “tener que esconderse para decir una realidad”.
Un medio impreso, a su vez, confirmaba que en el Hospital Verdi Cevallos de Portoviejo, “no se realizan cirugías traumatológicas por falta de insumos de osteosíntesis”.
Años atrás, mientras una autoridad
resaltaba logros sanitarios de su gestión, un médico rural – con respeto pero firmeza – desnudaba las graves carencias de su realidad, lejanas de la visión oficial. El alto funcionario aceptó la crítica y, lejos de recriminarlo, agradeció su aporte.
Un nuevo estilo en salud – a semejanza – es necesario; transparencia sin maquillaje; respeto a disensos; libre expresión con valentía; apertura para aceptar críticas, más aún si provienen de actores directos, como los profesionales del Pablo Arturo Suárez.