Columnista invitado
A principios de este mes, la Asociación de Periodistas Europeos celebró en Toledo, la ciudad de las tres culturas, la XXIX edición de su prestigioso seminario de Seguridad y Defensa. La idea del ejercicio era ver si se dan las condiciones para que la imprevisibilidad y modos de la nueva política exterior de EE.UU. puede llevar al país a tropezar en la trampa de Tucídices -el punto de no retorno en el que las potencias en declive y en ascenso resuelven sus diferencias por la vía militar-.
Dice el programa del seminario que la toma de posesión de Trump es el último acto del orden mundial establecido después de la Guerra Fría, iniciándose así una nueva era caracterizada por la debilidad de Occidente y el desplazamiento hacia el este del eje del poder global. Cita como causas el agresivo resurgimiento de Moscú, la UE debilitada por el ‘brexit’, el combate al yihadismo y la ciberdelincuencia.
Algunos apuntes del seminario me llamaron la atención. El primero de ellos los nuevos modos y armas del terrorismo -camiones para embestir a los ciudadanos, cuchillos-, así como la nueva filosofía -no hay que salvar la vida- lo que dificulta de modo notable hacerle frente, y los ataques cibernéticos, técnicas que han puesto a la sociedad moderna en estado de ‘shock’, amenazando la relación entre culturas y socavando la economía, que tiene que destinar nuevos recursos para hacer frente a una situación que aún no sabe muy bien cómo gestionar, por lo que el (des)orden pareciera ocupar cada vez más el escenario.
El siguiente apunte es el del papel de las potencias. Estados Unidos sigue siendo el primer violín, pero ahora la orquesta tiene más componentes. Si EE.UU. manda en lo político y en lo militar, el liderazgo económico ha pasado a China, en una especie de bipolaridad asimétrica, mientras que Europa reacciona haciendo de necesidad virtud ante circunstancias nuevas (Trump, ‘brexit’), y abriendo el debate de futuro reformando funciones y responsabilidades, especialmente en el área de seguridad y defensa, de la que Estados Unidos y su errático Presidente van tomando distancias, dejando sobre la mesa la gran pregunta, ¿debe ser Europa autónoma estratégicamente?
No parece que pueda producirse la trampa de Tucídices, porque no hay posibilidad de enfrentamiento entre las dos potencias, ya que sus distancias y conflictos no son de orden ideológico. En definitiva, EE.UU. es algo más que Trump y su institucionalidad está por encima de la temporalidad de los Presidentes. Es evidente que hay indefiniciones (Oriente Medio, el Sur) y que el papel de Estados Unidos se debilita pero sigue siendo la gran potencia, aunque ahora tiene que compartir escenarios con otros protagonistas; podrá ser un factor de equilibrio, pero no parece que vaya a caer en la trampa.