La nueva-vieja izquierda

En recientes declaraciones Gustavo Larrea, ex funcionario del actual Gobierno y uno de los portavoces de la autodenominada “izquierda ecuatoriana”, ha expresado la intención de su conglomerado político de rechazar eventuales alianzas con otras fuerzas y ha descalificado a los líderes de oposición ubicándolos en el pasado. Llama ciertamente la atención que semejantes declaraciones provengan de un viejo político que sirvió en varias de las administraciones que hoy condena como parte de un nefasto pasado. Desde un punto de vista puramente electoral, la decisión de Larrea y su grupo conviene claramente al resto de la oposición. Las candidaturas de esta “izquierda” deberán apelar al mismo electorado que votó por Alianza País y lo fragmentarán. Desde un punto de vista de la sociedad, sus instituciones y la democracia, en cambio, esta decisión es mezquina, altamente irresponsable y delata, una vez más, el oportunismo político de este sector.

La destrucción general de las instituciones políticas del Ecuador y la supresión del Estado de Derecho obligan a los diferentes actores a trabajar de forma conjunta en una plataforma que promueva la reconstrucción de un sistema democrático y la restauración del equilibrio de poderes. Si la izquierda que representa el señor Larrea tuviera convicciones auténticamente democráticas, se promovería un gran acuerdo nacional –amigos y enemigos- para restaurar la democracia representativa y la vigencia de los derechos ciudadanos. Si algún sector está moralmente obligado a trabajar bajo estas líneas es, precisamente, el liderado por Larrea y sus compañeros. No olvidemos que este actor, cuando ocupó el Ministerio de Gobierno de Alianza País y fue parte de los círculos de poder, no tuvo empacho en clausurar el Congreso y alimentar un clima de hostigamiento, persecución y agresión física contra todo disidente. Lo mismo puede decirse de otro de los representantes de esta autodenominada izquierda, el ex ministro de Energía, Alberto Acosta. El destino ha querido que prueben, más tarde, una cucharada de su propia medicina y que de victimarios pasen a víctimas. Infelizmente, esta experiencia no ha traído un verdadero propósito de enmienda.

Tras reiterados fracasos y aventuras como la alianza con Álvaro Noboa, a través de la candidatura vicepresidencial de Alfredo Castillo, o la participación directa en los gobiernos de Bucaram, Gutiérrez, Palacio y Correa, la izquierda ecuatoriana continúa desnortada y anclada a un pasado marxista que le impide mirar el fracaso inapelable del socialismo revolucionario y la victoria contundente de la democracia liberal y sus instituciones políticas. Es hora de que estos viejos líderes renuncien al oportunismo político, superen dogmas rancios y acepten la democracia representativa como el sistema más apropiado para tutelar los derechos y aspiraciones del ser humano.

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