Ahora resulta que un aumento de impuestos ha sido positivo para la economía, al menos para la ecuatoriana, según el Presidente de la República, quien cree que el aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), al 14% a partir de junio, beneficiará a la producción nacional y no perjudicará a los más pobres.
La explicación del Presidente, como suele suceder con frecuencia, es parcial y parte de supuestos que son muy rebatibles.
En época de crisis, la teoría económica recomienda básicamente dos cosas: aumentar el gasto público y reducir los impuestos. Las dos medidas estimulan la demanda agregada, ya que se pone más dinero a circular en el mercado y todos los actores empiezan a demandar más productos y servicios, generando un aumento de la producción y el empleo.
La reducción de impuestos equivale a poner más dinero en el bolsillo de la gente para que compre más.
Para salir de una crisis como la actual, donde la demanda viene cayendo desde el año pasado, se necesitan más gasto público y menos impuestos. Pero el problema es que el Gobierno no tiene recursos para gastar más y quiere hacerlo quitando plata al sector privado: empresas y consumidores.
El Presidente reconoce que más impuestos significará menos consumo de las personas y menos inversión de las empresas, pero cree que eso será compensado con el gasto público que hará el Régimen, producto de los mayores ingresos de los impuestos.
Lo anterior supone que el Gobierno sabe administrar mejor los recursos que la gente o las empresas.
Pero en los últimos nueve años el Régimen ha manejado cuatro veces más plata que los gobiernos que lo precedieron y solo logró que la economía crezca igual que antes. Además, se cree que el alza del IVA no será regresiva porque la salud o la educación no pagan IVA. No se considera que para producir educación o salud hay que comprar insumos que sí pagan IVA. El resultado será mayores precios en todos los productos, menos demanda, menos recaudación y menos gasto.