Cada sociedad ha inventado etapas, pasos de tiempos, fines de épocas y renovaciones. El sentido del diluvio es de una fase de renacimiento. A los Maya se les atribuye pronosticar un fin de mundo, cuando sería el de una nueva época. Las culturas andinas se han referido a un Pachakutik como el inicio de otra era, una renovación.
En nuestras vidas personales, como en las sociedades, requerimos de estabilidad y continuidad para adquirir personalidad, ser y desarrollarnos; y a la par vivimos con cambio constante. Somos, pues, construcción de caracteres que nos definen y cambio constante. Sin embargo, por los hechos o por necesidad, los seres humanos vivimos etapas, cambios de épocas y eventualmente del sentido de vida. Dejar de ser niños es, por ejemplo, una etapa clave en la vida, como lo es la de construir una familia o llegar a ser adulto mayor.
Cada año, con la quema de los años viejos y la algarabía de bienvenida al año nuevo, queremos desechar lo negativo, darnos ánimos y enmiendas para construirnos un nuevo tiempo.
Pero por encima de todo, nos atrae la idea de cambio de época, agarrándonos a alguna invención de nueva esperanza que irremediablemente el tiempo nos daría, una lotería. No sería como las promesas de fin de año, que dependen de nuestra voluntad, y terminan en banales incumplimientos, revelando nuestras debilidades. La fascinación frecuente de ir a otra “época” sería que traería una real renovación por tener a otro sentido de vida y tiempo, sin esfuerzo de nuestra parte.
En la cultura actual, el ritmo del tiempo ha banalizado las etapas de antaño, por su ritmo acelerado de cambios que vuelve lejano pasado a lo vivido hace 10 años; o hace obsoleto al aparato sofisticado con tantas funciones posibles antes de poder descubrirlas. Pero tras de ello, del cambio acelerado, de la constante perdida de referentes de vida, es nuestra vida que se evapora… a todo dar.
El deseo de cambio de “época” es parte de esta vida acelerada, el cambio hecho necesidad. Y es también el dejarle atrás, un tiempo de sosiego que nos construya, nos permita ser y potencie nuestra experiencia y capacidades, sin esfuerzos; un sueño envidiable. No son las épocas que la historia reseña. Son las proyecciones de nuestras necesidades.
Entonces yo, un cientista social, mal podría ser simple cómplice de ello o repetir los desgastados buenos deseos, sino invitarle a situarse en el tiempo, en esto del cambio y la continuidad. Y si espera una época nueva, para que ello le suceda, empiece primero por encontrarse Ud. mismo, por ubicarse en su ritmo e historia. Mi mejor deseo es que deje la vorágine comercial, se escape, olvide la política, angustias o emociones fuertes, para que se encuentre Ud. mismo y se defina en los tiempos. A lo mejor, así sacará la lotería de su nueva era, su Pachukutik. Y se libre de que la vorágine del tiempo le haga año viejo/a.