Altiva, soberana y revolucionaria son adjetivos que se atribuye la diplomacia ecuatoriana. Ojalá esto fuera realidad al momento de relacionarse con gobiernos como el de Irán. Altiva sería si se pronunciara contra las ejecuciones en la ahorca y la lapidación de mujeres, soberana si condenara –a contracorriente de los amigos bolivarianos- la censura a Internet y el encarcelamiento de opositores y revolucionaria si rechazara el sometimiento del poder civil al religioso y la negación de derechos a las mujeres.
Cada país es libre de estrechar lazos con quien desee y posiblemente al correísmo le parece genial que se lo haga con Irán, pues desde su óptica eso expresa el antiimperialismo local. Un mínimo de coherencia aconsejaría sin embargo considerar si el actuar de este país tiene relación con el discurso oficialista ecuatoriano y sus compromisos internacionales y si esta amistad beneficia a Ecuador en comercio, conocimiento o tecnología.
Una vieja frase señala que el tipo de amigos que tiene una persona indica cuáles son sus intereses y visión de futuro. La actuación diplomática de Ecuador, que se ha negado a condenar la represión en Siria o Libia y que gustoso se funde en un abrazo con Irán –por citar tres perlas–, indica gran parte de lo que es y desea el Gobierno.
Está por verse si con estos escarceos en política internacional, Ecuador obtiene beneficios o si pagará costos. En todo caso, genera escalofrío que el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, declare que hay coincidencia de valores con Ecuador. El Mandatario estuvo esta semana también en Venezuela, Nicaragua y Cuba, con los que comparte acusaciones sobre violación a derechos humanos.
Con cárcel y muerte han pagado activistas sus denuncias sobre lo que ocurre en Irán. Envuelto en la bandera de la soberanía, ese país se niega a dar cuentas sobre eso y sobre su programa nuclear.
El centro de Shirin Ebadi –nombrado así en honor a quien recibió el Nobel en 2003- indica que desde el primer triunfo electoral de Ahmadinejad en 2005 “se ha vuelto hacia los primeros años de la revolución islámica”.
En Irán, luchar por cambios es difícil, pues el miedo al régimen “es mucho más grande de lo que nadie pueda imaginar”, asegura ese centro. Amnistía Internacional ha denunciado las condenas a muerte por lapidación en Irán y los ahorcamientos, así como la pena capital contra menores de edad. Lo que decidan los ayatolás es palabra suprema. Los hombres pueden tener varias mujeres, pero ellas deben ser monógomas. Los homosexuales merecen la condena a muerte si consuman relaciones sexuales. Este es el amigo con el que se comparte abrazos, proyectos y valores. Dime con quién andas y te diré…