El escritor Óscar Vela Descalzo, que el año pasado presentó su mejor libro (‘Yo soy el fuego’), analizó el acontecer de la literatura en el 2013. Sobre la más reciente novela de Modesto Ponce Maldonado escribió así: “También apareció una nueva novela de Modesto Ponce, ‘Los lenguajes de la piel’, en una trama erótica de prosa limpia”.
No dijo más, seguramente porque le faltó espacio, ya que se refirió a lo mejor de la producción literaria nacional y extranjera. Sobre la trama erótica quiero hacer una precisión lo más justa posible. El género erótico se relaciona directa o indirectamente con el sexo, ese parece que no fue el motivo de Ponce para escribir ‘Los lenguajes de la piel’.
Un ejemplo claro de ese género pudiera ser, por ejemplo, ’50 sombras de Grey’, que tiene todos los ingredientes de sadismo, masoquismo, sumisión. La novela de Ponce no tiene casi nada de esos ingredientes y, pese a que maneja muy bien el tema de la sensualidad, es bastante más creativa, liviana, entretenida y con mucho espacio para la imaginación.
En su prosa pone a prueba los sentidos del lector, especialmente en la descripción sobre el papel de las hermanas Vera y Anaya, quienes comparten un destino común: matrimonios tediosos, necesidad de liberación, tentaciones… siempre bajo el designio de la culpa.
Ponce cita a Hermann Broch ‘Esch o la anarquía’: …el permiso para ser infiel solo se puede comprar mediante una infidelidad…, dice ese autor. Con esa introducción, el escritor quiteño ingresa talvez al capítulo más dramático (La culpa) donde Anaya, la hermana más conservadora, vive su momento más desinhibido, pero sin llegar a la traición y sin liberarse del sentido de culpa.
¿Cuál es la sociedad que quiere reflejar Modesto Ponce en esta ficción? Puede ser la de Argentina, de Colombia o de Ecuador. Puede ser de la Costa o de la Sierra. El escritor se inventa La Villa, un lugar cinematográfico. Los personajes son auténticos miembros de la clase media, de una intelectualidad atormentada por prejuicios sociales. Aterriza en los problemas de la pareja, ser feliz o infeliz, romper con el pasado o vivir con intensidad.
A la ecologista y bióloga Vera no le quedaba más remedio que romper con el pasado. Se casó cuando tenía 20 años con un hombre de sueño pesado, lo aguantó hasta donde pudo, o mejor dicho hasta que encontró a Matías, el profesor, el escritor, con quien tenía muchos temas para compartir y salir del tedio.
La literatura ecuatoriana se nutre con el aporte de escritores que, como Modesto Ponce, aterriza dramas cotidianos. Él reconoce que comenzó a escribir tarde, después de haber acumulado muchas historias para contar. Desde su primera publicación en 1998 (‘También tus arcillas’) Ponce no ha parado de escribir, tampoco de alcanzar premios importantes. Con ‘Los lenguajes de la piel’ consolida sus habilidades narrativas.