La WWF (World Wide Fund for Nature) España, ONG mundial dedicada a la defensa de la naturaleza, medioambiente y a la conservación de especies en peligro de extinción, acaba de eliminar el artículo 6 de sus estatutos por el que se otorgaba la presidencia de honor de la organización al rey Juan Carlos I. En buen romance: lo echaron al Rey. Esto no es el principio de la caída de la monarquía española pero es un dato que habla del fin de la autocensura respecto a las actividades de la realeza, en particular del Rey y la Reina. Es un cambio, para bien, en el que ha incidido por un lado la crisis -la monarquía les cuesta mucha plata a los españoles- y por el otro el traspié que hace tres meses tuvo Juan Carlos I durante una cacería de elefantes en Botsuana (África). El Rey sufrió una fractura de cadera pero ese fue el mal menor: a partir de ese momento en España se comenzó a informar sobre muchas cosas -que mucha gente ya las sabía- sobre los monarcas. Por ejemplo, que el Rey y la Reina no se llevan desde hace mucho o cuánto gana el Rey y sus familiares o lo que destina el Estado a la Corona (una partida de 8,2 millones de euros al año, que no incluye una serie de gastos extras – Juan Carlos tiene sueldo, viáticos, casa y casi todas las comidas.
De todo esto antes no se informaba prácticamente nada. Ni se hablaba, algo así como cuando Rodríguez Zapatero ignoraba la palabra crisis y sostenía que eso no tenía nada que ver con España, país con el sistema financiero más sano del mundo, según él.
Las cosas están cambiando mucho en España. Sí lo sabrán los españoles. Eso es lo que explica que esta ONG, a la que el rey Juan Carlos presidía desde su fundación en 1968, recién se haya enterado ahora de la afición del monarca. ¿Nunca tuvieron noticias sus miembros del caso del oso que el Rey mató en Rusia, del que se dijo que era un animal manso y amaestrado y al que además lo habían emborrachado con vodka y miel para que Juan Carlos no corriera riesgos ni tuviera problemas al apuntar (salvo que a él también le hubieran dado vodka y miel). Parece como si el pasado no existiera o se quiera borrar, lo que es bueno para no asumir culpas ni responsabilidades propias.
Algo similar pasa con la oposición socialista española, la que parece haber olvidado que hasta hace unos 8 meses era gobierno.
¿De qué va a servir dentro de 8 ó 10 años, darse cuenta que la falta de acuerdo y la agitación política y sindical están en disonancia con lo que la realidad de hoy reclama? Esta actitud de no admitir y asumir los hechos es lo que más desconfianza despierta en los mercados. Y estos lo ven y reaccionan. Y lo hacen de inmediato, al día siguiente de los grandes mítines o de las críticas parlamentarias o lo que dice el Presidente del BCE y todo se refleja en la prima de riesgo y en la Bolsa. No esperan 10 años para ver las cosas tal cual son y para hacer lo que hay que hacer para cuidar sus intereses.