La luz de las velas abriga todas las esperanzas para que Javier Ortega, Paul Rivas y Efraín Segarra vuelvan pronto, sanos y salvos. Como un mantra, los colegas, familiares y amigos de los secuestrados, gritan, gritamos: “!Nos faltan tres!, ¡que vuelvan ya!”. “!Nos faltan tres!, ¡que vuelvan ya!”. “!Nos faltan tres!, ¡que vuelvan ya!”, una y otra vez, hasta que se acabe la voz, con la esperanza de que escuchen los gobernantes de Ecuador y de Colombia y, por supuesto, que escuchen los captores y los dejen en libertad.
Los tambores ayudan a acompasar el dolor, la angustia, la impotencia, la incertidumbre. Ahí, en la Plaza Grande, noche a noche, el frío quiteño se vuelve cálido abrazo solidario. Ahí se juntan la tristeza y la preocupación acerca de su ausencia, con la alegría de saber que, unidos, el grito es más fuerte y que ese grito traspasará las fronteras y retumbará hasta que vuelvan, hasta que los dejen libres, hasta que lleguen sanos y salvos a casa.
Parece que, como país, perdimos el norte. La pobreza y el abandono histórico de esas poblaciones fronterizas han sido caldo de cultivo para toda esta violencia y estas disputas territoriales que hoy nos afectan. Ellos, los tres secuestrados, fueron a hacer su trabajo, a mostrar ese país que no vemos, y ahora están en cautiverio. Son civiles, ciudadanos que no tienen nada que ver con los problemas que se cocinan en la frontera ni con los intereses entre grupos armados ilegales en la zona. Ellos fueron a hacer su trabajo, a contarnos, a todos, lo que pasa en esas tierras de frontera, en esas tierras de nadie.
No es posible un periodismo con cadenas, un periodismo maniatado, un periodismo con ojos vendados. La solidaridad y la fuerza del amor tendrán que romper esas cadenas y, como aquí, nadie se cansa, por Javier, Paúl, Efraín, trabajaremos todos, desde nuestras trincheras, para que recuperen su libertad y puedan estar entre nosotros.
También perdieron el norte aquellos que, por esas inmundicias de la política, quisieron sembrar dudas, tejieron bulos e intrigas, sin ninguna compasión ni respeto para con los familiares, amigos, colegas, en lugar de rechazar actos tan reprochables como son el secuestro y la extorsión.
Este no un asunto de la prensa ni de los periodistas. Es un asunto de país. En los rostros de Paúl, Javier, Efraín, estamos todos y están también todas nuestras esperanzas. Y en sus cadenas están pintadas nuestras fragilidades, nuestros miedos, las miserias, las amenazas, los peligros que afronta el país de no recuperar la brújula y el control de esos territorios pantanosos.
Todas las noches, hasta que regresen, encenderemos una vela, gritaremos que nos faltan tres, pediremos que vuelvan ya, a viva voz, con esperanza. Y pediremos a las autoridades de ambos países que cumplan con su tarea en las dos orillas. Es urgente que vuelvan. Necesitamos que vuelvan. Nos faltan tres.