“Por plagiar su tesis doctoral renuncia el presidente húngaro”. Así titulaba El Universal de Caracas, el martes 3 de abril de 2012. Fue un gran escándalo reflejado en la prensa de todo el mundo.
¿Cómo reaccionó el presidente húngaro Pal Schmitt al ser descubierto su fraude? Renunció, en una actitud de decencia y responsabilidad, no solo frente a sí mismo, sino ante el peso de su representación política e histórica: “El jefe de Estado encarna la unidad de la nación. Por eso, en la situación actual, me siento obligado a entregar el mandato”, explicó el político conservador ante el Parlamento”.
Pero el tema además expuso públicamente la actitud de la clase política húngara. ¿Cómo actuaron los diputados, no solo los de oposición sino los del propio partido del presidente copión? La nota de prensa relata: “El Parlamento húngaro aceptó la dimisión de Schmitt por una aplastante mayoría: 338 diputados votaron a favor de su dimisión, seis se abstuvieron y sólo cinco se opusieron”.
Pero además, cómo reaccionó la universidad que le entregó el título al delincuente académico: “El jueves pasado, la Universidad Semmelweis de Budapest (SOTE) retiró a Schmitt el título de doctor después de que una comisión de expertos determinara que copió 197 de las 215 páginas de su tesis doctoral…”.
La ex ministra de educación Rosa María Torres, casi en solitario, alerta y denuncia en su cuenta de Facebook: “La oposición insiste en enjuiciar al vicepresidente @JorgeGlas mientras el oficialismo lo defiende a muerte y dice que no hay pruebas en su contra… En verdad, en cualquier país decente, el #plagio que cometió en su tesis sería motivo suficiente para destituirle o pedirle la renuncia”. Además la ex ministra pide a sus lectores ver en su blog una cronología detallada del plagio en la que se incluye una resolución de la Espol: https://otraeducacion.blogspot.com/2013/05/un-sonado-marco-teorico-plagio-politica
En esta semana, mientras la Asamblea, particularmente los asambleístas de Alianza País AP, archivaba el juicio político contra el Vicepresidente, la “Justicia” ponía grilletes a los denunciantes de la corrupción (C. Jiménez y F. Villavicencio). Gran parte del país experimentaba asfixia y el sentimiento de vivir dentro de un Estado secuestrado.
La decisión de AP, amparada en el maniqueo recurso del “espíritu de cuerpo”, “salva” de manera temporal a un cuestionado dirigente, pero hunde su frágil legitimidad, y la de otro de sus altos cuadros, la del presidente Moreno. Y junto a ella, la gobernabilidad.
Superar el secuestro pasa por la acción de la sociedad civil. Si la Asamblea se autocongela, se habla de alentar un juicio político-simbólico popular.