Aunque sabíamos, incluso por experiencia propia, que el mundo del periodismo profesional es arriesgado, jamás nos habríamos imaginado que en nuestro país pudiera llegar a darse el secuestro de trabajadores de un medio como mecanismo para conseguir aspiraciones de un grupo, cualquiera que este sea.
Pero ha sucedido. El 26 de marzo un equipo del diario EL COMERCIO fue secuestrado en o cerca del pueblo fronterizo de Mataje, en el cantón San Lorenzo, en Esmeraldas. Son el periodista Javier Ortega Reyes (de 32 años); el fotógrafo Paúl Rivas Bravo (de 45 años) y el conductor Efraín Segarra Abril (de 60 años). Este equipo había llegado a reemplazar a otro de esta misma casa editorial para continuar realizando labores periodísticas en la zona limítrofe, y se proponían conocer de primera mano y describir las condiciones de vida de los pobladores que habitan en esta zona, donde los últimos meses se han registrado varios atentados terroristas.
El asunto tiene una dimensión internacional, pues los tres estarían retenidos del lado colombiano de la frontera, según información oficial, por lo que es obligación de los gobiernos del Ecuador y Colombia actuar de manera combinada y coordinada para asegurar su pronta liberación.
El secuestro es otra forma de censura a la prensa, pues impide a trabajadores honestos e independientes, que nada tienen que ver con las fuerzas de seguridad, informar sobre lo que está pasando, en este caso en una zona conflictiva.
Pero la censura, sea del Estado sea de grupos irregulares, jamás podrá detener la verdad. Los secuestradores que los tienen deben reconocer que ellos son civiles, y que va contra todo derecho humano el tomarlos como rehenes para lograr cualquier objetivo que tuvieren. Incluso en el supuesto no consentido de que esos objetivos fueran justos, la manera de presionar para obtenerlos no puede ser quitando la libertad a tres trabajadores de la prensa, causando dolor e incertidumbre a sus familiares, amigos y colegas.
Hace mucho tiempo las fuerzas irregulares colombianas, como las FARC y el ELN reconocieron que el secuestro no es el camino: el ELN secuestró por unos pocos días a dos periodistas holandeses en la frontera colombo-venezolana en junio de 2017 y también a otros tres, dos colombianos y un español-colombiano en 2016, pero los soltaron incólumes a los pocos días.
Lo mismo deben hacer los secuestradores de nuestros tres compatriotas: utilizar este camino para obtener cualquier beneficio no ayuda a nada de lo que hacen ni van a conseguir nada, aparte del repudio generalizado de todo el Ecuador y del mundo civilizado.
Uno mi voz al pedido unánime de que los secuestradores los liberen de inmediato, sin condición alguna, y de que cuiden su integridad física y su bienestar.