Todo un hito histórico el que acaba de protagonizar Barack Obama el miércoles, cuando anunció en una entrevista que “cree que las parejas homosexuales deben tener derecho a contraer matrimonio”. Muchos comentaristas han comparado este momento histórico con el apoyo irrestricto que dio Lyndon Johnson en 1964 a la igualdad de los derechos civiles con los afroestadounidenses. Es verdad, esa noche, mientras escuchaba la declaración tapé mi cara con las manos porque pensé inmediatamente que esto podría acabar con la reelección de Obama, frente a una oposición extremadamente conservadora en estos temas. De seguro, todas las hordas radicales cristianas y evangélicas usarían el tema para asegurar una votación anti Obama y no se diga los famosos ‘Tea Party’. Esto parecía una blof más que una sesuda deliberación filosófica del presidente, más aún cuando su vicepresidente, Joe Biden, lo había forzado a tomar posiciones por su prematura declaración del domingo pasado, apoyando el matrimonio homosexual.
En síntesis, para cualquier progresista en el mundo, este pareció por un momento ser el inicio del fin. Pero estábamos equivocados. Un análisis más sopesado de los datos revela que más del 51 por ciento de estadounidenses apoyaría el matrimonio homosexual, o por lo menos no le molestaría en lo absoluto. El apoyo a esta causa se ha movido vertiginosamente en los dos últimos años, especialmente entre los jóvenes. Es más, un importante sector de republicanos, incluyendo el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, apoyó con vehemencia ese gesto, como un hito en la historia de la equidad social.
Obama logró además una ventaja adicional que juega a su favor: definiciones. Una de las mayores críticas de su propio partido y de sus seguidores es que durante los últimos cuatro años ha sido demasiado ambiguo en muchas cosas. Y todos sabemos que no hay nada menos progresista que estar en contra de los derechos de todos los grupos GLBTI. Por un lado, zanjó ese dilema existencial en su liderazgo y en su orientación ideológica y por otro, dejó marcada la cancha para que –en adelante- los grupos sociales que avanzan esa causa tengan en él un soporte indiscutible.
Pero hay otra ganancia adicional: esta definición histórica movió como nunca antes su campaña electoral y su cena de recaudación de fondos fue un rotundo éxito. El New York Times reportó que una pareja homosexual de Florida, tras escuchar su declaración del miércoles, desvió su camino en una carretera para buscar el primer cafenet y hacer una contribución urgente de 10 000 dólares a su campaña.
Obama tenía mucho que perder. Era demasiado riesgo, pero lo hizo por principios y porque –de triunfar- ayudaría a mucha más gente que a sí mismo con esto. Ojalá aprendieran algo de ello quienes están impidiendo en el Ecuador que Satya tenga derecho al apellido de sus dos progenitoras.