No va más

El gobierno pignoró la mitad de las reservas de oro del Banco Central para obtener un crédito de USD400 millones de Goldman Sachs. La operación se vence en febrero 2017, cuando es de presumir el fisco se habrá recuperado por el arranque de la central Coca-Codo Sinclair y quizá por el aumento de la producción petrolera.

Pero esto no basta. Se ha hecho una operación de última instancia para lograr una suma que no alcanza a cubrir ni la cuarta parte del financiamiento faltante para poder cumplir con el plan de inversión y gasto de 2014.

Se están tocando puertas que nunca se pensó se tocarían, entre ellas la del Banco Mundial. Pretendemos volver a los mercados financieros, con los que querellamos en 2008. Pero esos son los últimos cartuchos. El gobierno no puede esperar seguir haciendo crecer el gasto público, que ya es el mayor de América del Sur en relación al tamaño de la economía.

Hoy, no queda más que frenar el gasto público a no ser que se consiga que vuelva a dinamizarse el crédito chino o que se busque otro financista de la misma magnitud, el que no se me ocurre quien pueda ser.
Los mercados financieros internacionales tienen disponible fondos ilimitados. Pero el capital financiero sigue de cerca la calificación de riesgo país, la que está vinculada a políticas amigables para la inversión privada.
El Presidente va a tener que decidir entre el pragmatismo y el dogma. Le desagrada el rendimiento sobre el capital, y sus políticas buscan reducirlo al mínimo. En desear eso, no está solo, es un anhelo socialdemócrata. Pero lo que hacen los socialdemócratas exitosos es sopesar hasta adónde se puede avanzar en ese objetivo sin afectar excesivamente la inversión. 
Ese equilibrio es el que el Presidente hasta ahora no ha estado dispuesto a encontrar, o si esa ha sido su intención, el Código de la Producción fue en ese sentido, ha calculado mal.
Mal cálculo fue tratar de impulsar la inversión industrial de sustitución de importaciones mediante un abrupto cierre de las importaciones, tanto de productos terminados como de insumos. El resultado fue caos y el gobierno debió levantar las barreras a las importaciones de insumos.
A la inversión no se la atrae a palazos. Tampoco son necesarias las dádivas. Se requiere la existencia de reglas claras, un entorno previsible, seguridad jurídica. El gobierno ha invertido en una infraestructura que torna atractivo al Ecuador como plataforma productiva, pero las políticas públicas dejan que desear.
Vienen de anunciarse reformas a la Ley de Minas, reconocimiento implícito que el exceso fiscalista de la ley detuvo el desarrollo minero. Esfuerzos similares deben hacerse en otros ámbitos. Un fuerte incremento de la inversión privada permitirá a ésta tomar la posta de la inversión pública como motor del crecimiento.