El señor Iza debe agradecer al gobierno el haberle ubicado, debido a su apresamiento, en calidad víctima y héroe y, a su vez, en eventual y potente candidato presidencial.
De la misma forma, con tal medida, el gobierno reunificó al movimiento indígena y arriesgó su frágil estabilidad y credibilidad, poniéndose innecesariamente al borde del precipicio, destruyendo de antemano cualquier puente de comunicación al descalificar la lucha popular y a sus dirigentes, con los cuales, quiéralo o no terminará sentándose a negociar.
Como en octubre del 2019 el tono fue de ruptura total y de guerra. Los halcones de lado y lado se tomaron el escenario. En momentos de enorme tensión, cuándo más se necesita de líderes con inteligencia emocional, capacidad política y serenidad, dieron la cara determinados voceros y medios que, con declaraciones o comentarios sesgados, irrespetuosos y provocadores, prendieron más el incendio del que son corresponsables.
¿La ira y el alzamiento popular se pueden evitar y aplacar? Sí, si eres poder escuchando y generando oportunas y justas políticas sociales y económicas. Sabiendo que en ambientes democráticos, equitativos y redistribuidores no crecen los extremismos ni los extremistas. Siempre habrá inconformes, pero incluso sus complicadas voces pueden ser canalizadas.
El problema del Ecuador es que la mayoría no cree en la democracia ni en la justicia social. Buena parte de las elites políticas y económicas las usan como retórica para llegar al poder y nutrir su codicia. Aplican sin criterio social los condicionamientos internacionales. Ignoran y desprecian la cultura del pueblo indígena, uno de cuyos fundamentos filosóficos es el sentido de colectividad y solidaridad, matriz que impide el caudillismo y promueve el surgimiento de cientos de líderes, decisiones concertadas y comportamientos masivos poderosos. El gobierno desatendió y provocó a un gigante marginado por siglos. Se puede rectificar con respeto y diálogo, y así salir del caos.