No, el Alcalde no tiene culpa alguna por los soles caniculares que caen sobre Quito.
Pero sí es responsable por la polvareda que se levanta como consecuencia de las obras sin planificación ejecutadas en ciertas zonas de la capital. Los contratistas del Municipio mantienen un desorden y desaseo mientras realizan sus labores. ¿No existen palas y escobas para limpiar y recoger los escombros? Quito es, ahora, una ciudad sucia y descuidada por sus autoridades.
No, el Alcalde no es el responsable por la existencia de las calles y avenidas que cruzan la capital. Pero sí es responsable por la falta de planificación de nuevas vías para que el tráfico deje de ser tan desesperante.
Sí es responsable por no encontrar nuevas soluciones para que los vehículos circulen de forma rápida. La propuesta del “pico y placa” no ayudó para nada. El problema sigue para los ciudadanos que sin prebendas transitan por las calles capitalinas. Este vía crucis no lo sienten los jerarcas del gobierno municipal porque emplean los vehículos públicos para abrirse camino entre las congestionadas avenidas de Quito, o utilizan los carriles exclusivos de la Ecovía o del Trolebús.
El Alcalde tampoco es responsable por la contaminación ambiental, pero sí es responsable por la tala de árboles efectuada por los contratistas municipales. Los habitantes de la capital han visto perplejos la desaparición de plantas y árboles. Sacan árboles de gran tamaño, para sembrar arbustos y pequeñas plantas que no podrán crecer lo suficiente como para dar sombra y generar oxígeno limpio para beneficio de los pulmones de los seres que viven en la ciudad.
El Alcalde no es el responsable por la geografía en donde se asienta la ciudad de Quito, pero sí es responsable por las construcciones que autoriza. No hay orden, ni se han mejorado los servicios básicos para atender nuevos proyectos de vivienda.
El Quito que queremos no es el Quito que tenemos. El Quito que queremos lo secuestró la revolución ciudadana. Dejó de existir el momento en el que la política invadió al Municipio hace dos años. El vecino de frente al Palacio Municipal da las instrucciones al Burgomaestre capitalino, quien cumple las ordenes, o ¿acaso no fue así como Correa dispuso que el nuevo aeropuerto de Quito tenga el nombre que a él le apetecía y no el elegido por los ciudadanos?
Si se hubiera expedido el Código Orgánico Integral Penal no tendríamos el Alcalde que ahora está en funciones destructivas. Estaría en prisión por cada árbol derribado, ya que talar árboles será delito.
Tampoco gozaría de libertad por cuanto habría cometido otro delito: el de contaminación del aire, lo que le acarrearía una pena privativa de la libertad de 2 a 4 años. Es decir, los quiteños estaríamos a gusto, mientras Augusto estaría a disgusto.