“…no los voy a extrañar”

Textualmente dijo el Vicepresidente Lenin Moreno, ante la Asamblea Nacional el 10 de agosto del 2012. : “….estimados señores asambleísta, sinceramente, no los voy a extrañar. En lo político no”. Lo dicho implicó su juicio de valor.

Mucho más grave fue la expresión de gozo del Presidente Correa por lo que había dicho Moreno. Traduciéndolo a palabras, significaba “bien dicho”.

Alguien decía que la relación con los serviles –para quien los usa- se gratifica con la expectativa para éstos de mantener un nivel o de ampliar éste. Lograrla, significa la sobrevivencia de una “parcelita” de poder y de un ingreso, sin opciones para el caso de disentir. Claro que también hay los que afilan uñas, para que esa “parcelita” les represente otros beneficios.

El respeto no es gratificación del servilismo. ¿Para qué?, los incondicionales lo desmerecen.

Y las palabras de Moreno, también podrían retrotraerse a Montecristi.

Ahí se vio a luchadores de izquierda allanarse a atropellos jurídicos, a pretexto que “por ahora, no es oportuno oponernos, porque sería hacerle el juego a la derecha”.

Uno de los casos más patéticos fue cuando se eliminaron las garantías sindicales y de organización de los empleados y profesionales del sector público. Cuando se planteó la reconsideración, esos luchadores intentaron que no se vote. Su argumento era infantil, ”el último día metemos la reconsideración”. Ahora, muchos de ellos decidieron recuperar su dignidad, denunciando la multiplicación de atropellos a los servidores públicos, pero sólo hasta la denuncia han podido llegar.

Todos los mecanismos que le permiten al entorno del gobierno las contrataciones sin estudios finales, con sobreprecios, privilegiando a empresas constructoras extranjeras que no se someten a la legislación interna del Ecuador, a las que se les devuelve impuestos, y se las indexa de manera ilícita, se generan en textos introducidos en Montecristi, que en su momento fueron denunciados.

La retórica de las garantías del buen vivir y que la Constitución de Montecristi establecía no un Estado de “derecho”, sino un Estado de “derechos”, con una institucionalidad dependiente, en parte parece ser un basurero de palabras. Una posible reforma que ha anunciado Correa para acabar el “hipergarantismo” más es un hecho político que necesidad para el régimen, porque el aparataje de justicia constitucional está a su incondicional servicio.

Que Correa, a pesar de todo será reelecto. Puede que sí. Su habilidad para comunicarse, el gasto público a su decisión, alimentado por ingresos crecidos por el precio del crudo, los tributos y los créditos caros del exterior, la concentración de toda la pseudo institucionalidad a su voluntad, quizá no requeriría ni prácticas de fraude como las que se dan desde 2009, y hoy más amenazantes con el actual CNE.

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