A sólo 21 días de las elecciones no hay que preguntarse si habrá segunda vuelta sino, más bien, qué hacer para que haya una segunda vuelta. Es decir, el tema clave no es si Correa vaya a tener 40% o más de los votos válidos –porque los tendrá– sino cómo lograr que el segundo en disputa alcance 31% o más de aquellos sufragios.
Curiosamente, todos los candidatos que pretenden disputar la Presidencia a Rafael Correa han centrado su mensaje en la cuestión económica: crearé empleo, dice Lasso; bajaré el IVA, ofrece Acosta; subiré el bono, asegura Lucio; haré un pacto fiscal, dice Wray; traeré inversión extranjera, promete Rodas.
Crear empleo, bajar el IVA o traer inversión extranjera son propuestas para una economía en recesión. Pero sucede que el aparato productivo ecuatoriano no está en malas condiciones.
Pudimos haber crecido a tasas muchísimo mayores si es que el Gobierno no hubiera optado por el populismo económico, pero el hecho cierto es que, durante el correísmo, las empresas y los consumidores han tenido un incremento sensible de sus ingresos, gracias al descomunal volumen de exportaciones petroleras.
No hay, por tanto, una sensación aguda de escasez o precariedad económica entre la población. De hecho, un vasto segmento de ecuatorianos confía en que, si algo resultara mal, el Gobierno les ayudará –con subsidios, préstamos o empleo público– como lo ha hecho durante estos 6 años.
Si el problema central de los ecuatorianos no es económico ¿por qué los candidatos no hablan de otra cosa? En su autobiografía, Bill Clinton cuenta que tuvo la suerte de encontrar en James Carville a un estratega que le ayudó a evitar la retórica estéril enfocando los esfuerzos de su campaña en las verdaderas preocupaciones de los votantes norteamericanos.
“Es la economía, estúpido” fue el eslogan que usaron para no perder de vista que, por aquella época, el problema más acuciante de las familias giraba en torno a la posibilidad de obtener empleo fijo para generar ingresos estables en el tiempo.
Parafraseando a Carville nosotros también podríamos decirles a los actuales candidatos: “No es la economía, estúpidos”, es otra cosa. ¿Cuál? Para empezar, la delincuencia. Casi todos hemos sido víctimas de un asalto o conocemos a alguien que ha sido robado, herido o incluso asesinado por delincuentes. ¿Por qué los candidatos presidenciales no abordan con insistencia este problema que tiene que ver con la supervivencia misma de nuestras familias? Otro problema palpitante es el de la corrupción, pero casos como el “Gran Hermano”, “Come-cheques” y “Duzac”, apenas han sido mencionados por los candidatos. Si quieren una segunda vuelta deberán entender mejor las preocupaciones de los votantes.