Cuenta la leyenda política que don José María Velasco Ibarra era un orador encantador de masas, que en cada campaña electoral sacaba a relucir su elocuencia, pero también lo que mejor dominaba: la demagogia.
La misma leyenda narra que en cierta ocasión, en un remoto poblado, ofreció desde la tarima la construcción de un puente, pero sus asesores le dijeron que por ahí no había un río. No se preocupen, habría dicho, hacemos algo para que por aquí pase un río.
Una de las principales características de los políticos es hablar de sus atributos como personas, pero lo que no les gusta es que cuando conquistan el poder venga la prensa, la oposición o los organismos de control a fiscalizar la gestión, sea gubernamental o municipal.
El mismo día que se celebraban las elecciones presidenciales en Venezuela, los brasileños renovaron los municipios. Al Partido de los Trabajadores, que controla el poder político desde comienzos de este siglo, no le fue tan bien.
Siempre llega el momento en el cual los electores comienzan a cansarse cuando no existe rendición de cuentas o fiscalización. Eso ocurre en cualquier país del mundo.
Roberto Pompeu es uno de los más prestigiosos columnistas de la revista Veja. En la semana de las elecciones municipales escribió un artículo que sirve para reflexionar. Y lo hizo como si estuviera narrando situaciones que ocurren en cualquier país latinoamericano.
Lo titula ‘Los males de Brasil’, pero si lo trasladamos a cualquier realidad sería como mirarse en el espejo. El llamado concreto del columnista era votar por los candidatos que no ofrezcan nada, pero sí reelegir a los que ofrecen que se fiscalicen las obras ya existentes.
Comienza con un tema muy rutinario como el dispositivo que tienen algunos semáforos en la mayoría de ciudades para permitir que el peatón pueda cruzar la calle o avenida después de lograr que se encienda la luz verde a su favor.
Muy pocos confían en ese sistema por la sencilla razón de que no siempre funcionan. Algunos lo aplastan por reiteradas ocasiones y no consiguen detener el flujo de los automotores porque sencillamente no funciona el dispositivo.
En otros semáforos simplemente existe el hueco donde alguna vez existió un botón que hace mucho tiempo atrás llegó a servir para detener los carros. Es lo típico, muy pocas autoridades se preocupan de dar un seguimiento a todo lo que se denomina servicio a la ciudadanía.
Las aceras muchas veces no son aptas para que camine la gente, están llenas de obstáculos, fierros salidos, desniveles, etc. Es cierto, no es el Alcalde el que debe preocuparse por cada detalle que puede complicar la vida de la gente, pero no está demás recomendar la importancia de no botar el voto y exigir fiscalización.