Así como dicen que somos, en realidad no somos. El público ecuatoriano no debe permitir que se lo estigmatice como “light”, superficial, poco inteligente y que nada que pretenda tratar los temas con seriedad sin la venta de piel o la producción tipo show de variedades, no le interesa. Debe reclamar por la baja imagen que los productores tienen de su propio público. Los responsables son en igual porcentaje los medios audiovisuales y sus productores, y el tan permisivo público.
El silencio otorga y la falta de exigencia permite. Las contradicciones no se entienden: nos preocupan las escenas de violencia y sexo, pero no el bajo nivel cultural de la programación no noticiosa. La producción nacional, dicen, no llega si de por medio no hay cuerpos semidesnudos y obvio, ¡de mujer! Si no hay burla hacia la mujer y los minusválidos, algo de maltrato a las cónyuges, crítica y menosprecio hacia los hombres. Pasada cierta edad, si no hay cirugía plástica, no hay espacio para presentadores serios. Si su idioma no es burdo y teatral se le cierran las puertas. Como ejemplo, hay varios programas al aire que presentan a grupos de mujeres de diferentes caminos de la vida, cada una más capaz, sensible, transparente y más valiente que la otra, desperdiciadas en programas mediocres y que no aportan nada.
¿Quiénes son los responsables? El público permisivo, las caras de televisión que se prestan a la mediocridad, los directivos y productores de los medios que no logran superarse a sí mismos y atrevidos se mantienen en una idea original.
La obligación de quienes tenemos un espacio público de opinión es engrandecer a quienes nos leen, escuchan o ven. Permitir su crecimiento personal y, por lo tanto, de la comunidad a través de las enseñanzas que podamos llevar hasta sus fronteras. Mayor obligación tienen los populares medios audiovisuales en cuanto a la programación transmitida a cambio de publicidad. Los auspiciantes llevan su peso propio en el irresponsable mantenimiento de lo que ya está demasiado visto.
Por último, creen programas culturales, de cocina, de sexo, de lo que se les ocurra, pero tratando los temas con seriedad y, dentro de ella, respeto al público ecuatoriano. Este contrapeso permitiría un equilibrio en la programación, habría espacio para todo tipo de programas, siempre con la responsabilidad como guía.
Para romper los esquemas de la irresponsabilidad y dejar atrás los temas ligeros sin fondo, se necesita atrevimiento, convencimiento y un claro conocimiento del público que, gracias a la globalización, evoluciona y pide más. Sólo entonces entraremos en el mundo de la comunicación acorde a los tiempos. Así como dicen que somos, simplemente no somos.